domingo, 29 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 30 Mags

La puerta de mi casa se abre con gran estruendo y Finnick irrumpe como un vendaval en mi cocina.

-¡¿Lo has visto?! – pregunta parándose frente a mí.

-¿El qué?

-¡Lo que han preparado para el tercer Vasallaje de los Veinticinco! – exclama exasperado, pasándose las manos por el pelo.

-No, no lo he visto porque me da igual lo que pase. Los juegos terminaron para mí el día que te traje de vuelta. – respondo cansada, llevandome la taza de té a los labios.

-Te aseguro que esto no te va a dar igual. – sigue.

-Finn...  – acaricio su rostro con cariño, se ha convertido en un hombre realmente guapo. - Tengo ochenta años y estoy enferma, ¿no crees que me toca descansar un poco?

-Este año… los tributos serán escogidos de entre antiguos los vencedores.

La taza que sostengo entre mis viejas y temblorosas manos cae sobre la mesa, salpicándonos a ambos con su ardiente contenido. Miro a Finnick con el ceño fruncido y niego con la cabeza. 
No puede ser… aunque no sé de qué me extraño con todo lo que pasó en los últimos juegos. Katniss Everdeen, se presentó voluntaria para salvar a su hermana pequeña, en un distrito en el que nunca antes hubo voluntarios pues sabían que pocas eran sus posibilidades de volver a casa con vida. Luchó y sufrió en la Arena, cambiaron las reglas sobre el vencedor y en el último momento las volvieron a cambiar, obligándola a elegir entre matar o morir a manos del chico de su distrito. Los trágicos amantes del Distrito doce los llamaron. Pero la chica los desafió y eso no gustó a las gentes del Capitolio… o más bien no gustó al presidente Snow. Y esta era su forma de “recordar” que ni siquiera los vencedores son rivales para el poder del Capitolio.
                                                             
                                                          ***

Hoy es la cosecha y me obligo a arrastrarme hasta la plaza del pueblo con la ayuda del bastón que Finnick me talló con madera, blanquecina por la sal, que encontró en la playa. Al llegar al centro me coloco con los otros vencedores y en silencio, escuchamos el trillado discurso que año tras año, el alcalde Sattherwaite da ante todo el distrito. El acompañante asignado para este año, Ash, un tipo desgarbado y flacucho, da un pequeño y tartamudeante discurso y procede a sacar los nombres de las urnas. Como siempre, las damas primero.

Agarra el papel y camina torpemente hasta el centro, carraspea. 

Cierro los ojos con fuerza y contengo la respiración.

- A-Annie Cresta. 


Un grito histérico resuena en la plaza, mis ojos se abren bruscamente y la buscan hasta dar con ella. Tiembla como una hoja y su hermoso cabello castaño ondea al viento mientras se dirige al escenario. Casi sin percatarme, mis pies se ponen en marcha y la alcanzo antes de que ponga un pie en la escalera. Mi mano se aferra a su brazo y niego con la cabeza. Su rostro anegado de lágrimas me mira incrédulo y agradecido. La empujo para alejarla del escenario y con la ayuda de mi inseparable bastón empiezo a subir. Ash me espera arriba y me ofrece asiento, pero declino la oferta. No quiero dar pena a nadie, soy demasiado orgullosa. Con una sonrisa nerviosa el muchacho se gira y se dirige a la urna de los chicos, agarra un papel del fondo y tropezando dos veces con sus propios pies, se encamina de nuevo al centro.

- Fi-Fi-Finnick Od-Odair. ¡Finnick Odair!


Finnick sube al escenario con la cabeza bien alta. Sus cabellos broncíneos brillan y lo hacen parecer un dios surgido de entre las bravas aguas del mar que nos rodea. Se coloca a mi lado y me agarra la mano y me la aprieta con fuerza, en señal de agradecimiento por salvar a Annie de volver a la Arena. Le devuelvo el apretón y le acaricio el dorso de la mano con el pulgar. Los Agentes de la Paz,  nos guían hasta el Edificio de Justicia y nos acompañan hasta unas habitaciones para que no podamos despedir de nuestras familias. Cuando entro en la que me corresponde, me voy directa al sofá que hay junto a la venta y me siento a esperar a que vuelvan para llevarme hasta el tren. Cierro los ojos, esperando poder echar una cabezadita cuando unos suaves golpeteos en la puerta, me hacen abrir los ojos al tiempo que esta se abre. Cierro los ojos de nuevo y me los froto con fuerza porque creo que estoy soñando. Pero no, cuando los abro de nuevo ella sigue allí. Mis ojos se llenan de lágrimas y la veo acercarse a mí. Se sienta a mi lado y me abraza con fuerza. Mi niña, mi preciosa niña está conmigo. Me separo un poco de ella y sostengo su cara entre mis manos.

- No llores. – le digo, secando sus lágrimas.

- Mamá. – dice abrazándome de nuevo.

- ¿Cómo? – pregunto confusa. - ¿Rose te lo dijo?

- Siempre lo he sabido.

- Mi niña… no sabes cuánto lo siento. – beso sus cabellos y la aprieto contra mi pecho. – No tuve más remedio.

La puerta vuelve a abrirse, temo que vuelvan para llevarme y tener que separarme tan pronto de Ona. Pero por la puerta aparecen River y Sirin. Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas y los abrazo con fuerza, diciéndoles cuanto los quiero. Esta es mi última oportunidad, así que les cuento todo.

- Siento que no pudiéramos estar juntos, pero confió en que lo entendáis y que sepáis que aunque nunca estuve cerca, siempre os cuidé y procuré que no os faltara nada. – les digo sujetándolos fuertemente de las manos. – Me duele que ahora nos tengamos que separar de nuevo y que esta vez sea para siempre. Pero agradezco mucho esta oportunidad.

Esta vez, cuando la puerta se abre, sí que es el Agente de la Paz que me llevará hasta el tren.

- Se acabo la despedida. – suelta cortante, agarrándome con fuerza del brazo.- ¡Vamos!

Me suelto de un tirón y le lanzo una mirada envenenada.

- Tendrás que esperar unos segundos más. – escupo, abrazando de nuevo a mi hija y mis nietos. – Os quiero muchísimo, nunca lo olvidéis.- susurro. – Tú padre te quería más que a nada en el mundo, tampoco olvides eso. – digo apretando a Ona una última vez contra mi pecho.

El Agente de la Paz, me vuelve a agarrar del brazo fuertemente y soltándome de nuevo, me giro y lo encaro.

- No me toques.
Caminando a trompicones, seguida de cerca por aquel idiota, consigo llegar hasta el tren, donde Finnick me ayuda a subir.
- ¿Cómo está Annie?

- Asustada, pero también aliviada. – responde con tristeza. – No sabes cuánto te agradezco esto… aunque me duele mucho verte en esta situación.

- Tengo ochenta años, he vivido demasiado. – digo sentándome con cuidado en un cómodo sillón azul. – Annie aun tiene muchas cosas que hacer.

Finnick se sienta a mis pies y apoya la cabeza en mis piernas. Acaricio su cabello mientras miro distraídamente por la ventana.

-Tenemos mucho trabajo por delante.- murmuro. – Solo espero que todo salga bien.

martes, 24 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 29 Mags



- ¿Gente como yo? - pregunta extrañado.

Abro la boca para contestarle, pero justo en ese momento llaman a la puerta. Le indico a quienquiera que esté al otro lado que pase y lo primero que veo aparecer tras la puerta, es una mano de largas y afiladas uñas. Tigris hace su aparición unos segundos después. Aún me sorprende la extraña hermosura de su rostro modificado.

- Es la hora. - ronronea suavemente, atusándose los bigotes.

Miro la hora y me sorprende el rato que llevamos sentados en el suelo. Hago un gesto a Finn, que de un salto se pone en pie y me ayuda a levantarme. Acaricio su joven rostro y le indico que se dé prisa y no haga esperar demasiado a Tigris. Los observo salir de la habitación y dirigirse a los ascensores. La joven avox que me sigue a todos lados, aparece de la nada y se agarra a mi brazo. La miro unos segundos y suspiro. Me ayuda a sentarme en un sillón y me prepara un té.

- ¡Mags! - alzo el rostro y me encuentro con la radiante sonrisa de Niwl. - Vamos, ya es la hora.

Bajamos por el ascensor en silencio, cada una abstraída en sus propios pensamientos. No sé si hice bien contándole todo a Finnick, temo que pueda volver a repetirse lo de Sarah. Niego con la cabeza y me deshago de tales pensamientos. Cuando llegamos a nuestros asientos, Tigris y Lǜ comentan emocionados los trajes que los tributos lucen este año. Miro a mí alrededor y todo está más o menos como la última vez que pisé este lugar. Nada parece haber cambiado demasiado, excepto los estrafalarios trajes de Caesar Flickerman, cada año más chillón y ostentoso que el anterior. Las entrevistas empiezan y como cada año, es más de lo mismo. Cansada de escuchar me centro en el panfleto que nos entregaron al llegar y solo levanto la vista cuando Niwl me da un toquecito con el codo. Finnick, más guapo que nunca toma asiento junto a Caesar y comienza su entrevista. Flickerman se centra  en alabar su belleza y sus increíbles ojos verde mar. Cuando llega el turno de Nina, sus respuestas escuetas y directas hacen que algunos de los tributos profesionales intercambien comentarios y asentimientos de cabeza. Está claro que han visto el potencial de mis chicos y los quieren en su grupo.

Cuando finalmente cruzamos las puertas del cuarto piso, me despido de todos y me dirijo a mi habitación sin cenar. Estoy agotada, setenta años son muchos años y la edad no perdona. Las pesadillas de cada año no tardan en hacer su odiada y temida aparición, así que al amanecer, cansada de dar vueltas en la cama, decido levantarme y darme una larga y reconfortante ducha. Al salir del baño, me dirijo al gran armario y elijo algo cómodo que ponerme. Una vez arreglada, salgo y me dirijo al salón, donde me siento junto a la ventana y observo el amanecer de un nuevo y negro día. Pierdo completamente la noción del tiempo, porque cuando me quiero dar cuenta, los chicos me esperan para despedirse. Sacudo la cabeza y me dirijo hacia ellos. Cuando llego a su altura, Finnick se lanza a mis brazos, lo que me desestabiliza y estoy a punto de caer de no ser por Nina, que me sujeta del codo.

- Cuidado muchacho, ya no estoy para muchos trotes. - digo intentado sonreír. - Venid aquí.- los sujeto firmemente por la nuca y acerco sus cabezas a la mía. - No confiéis nunca en vuestros aliados, se que os dije que me parecía buena idea que os aliarais, pero eso no quiere decir que tengáis que confiar en ellos. Después de todo ellos quieren ganar a toda costa igual que vosotros. No esperéis hasta el último momento para separaros. Vigilad vuestras espaldas. Os quiero... - y mirando a Nina, añado. -... a los dos.

Niwl carraspea y nos separamos. Alzo la mano en un último adiós y los veo desaparecer en el ascensor. Pasados unos minutos me dirijo a la plaza en busca de patrocinadores, pero no tengo que buscar demasiado, ya que nada más poner un pie en la sala, una marabunta de gente me rodea y tira de mí en distintas direcciones. Pido calma y me siento en uno de los cientos de sillones repartidos por la estancia. La gente sigue rodeándome y hablado de los distintos regalos que quieren mandar a Finnick, nadie menciona a Nina en ningún momento y me indigno, tendré que ingeniármelas para mandarle algo. Comienza la cuenta atrás y el silencio se hace a mí alrededor.

Cincuenta y nueve... cincuenta y ocho... cincuenta y siete...

Me revuelvo en mi asiento y como cada año, le pido a mi abuela... y a River que los protejan.

Veinticinco... veinticuatro... veintitrés...

Aprieto los puños al ver a Finn en preparado en su plataforma.

Diez... nueve... ocho...

Cojo aire.

Tres... dos... uno.

Suena el gong y empieza el juego. Los profesionales están dando buena cuenta de las armas y en pocos minutos se cobran las primeras víctimas. Veo a Finnick correr hacia la cornucopia, pero no encuentra lo que busca y agarra un cuchillo plateado y una mochila verde. Va a echar a correr cuando el chico del dos lo llama y le dice que recoja todo lo que pueda. El baño de sangre ha terminado y no veo a Nina por ninguna parte, me empiezo a angustiar cuando la veo aparecer cerca de Finn. Suelto una gran bocanada de aire y abro las manos que tan fuertemente apretaba y miro las marcas que las uñas me han dejado en las palmas. Doy un bote en mi asiento al escuchar los nueve cañonazos y alargo la mano para coger el vaso de agua que hay en la mesita que tengo justo en frente.

Durante los tres siguientes días, seis niños más perecen en la arena. Al quinto día, Nina empieza una discusión con la chica del dos y la cosa termina en pelea. Todas las cámaras se centran la terrible escena que está teniendo lugar en mitad de un claro. Observo a Nina negar con la cabeza y darse la vuelta, cuando Finnick la pone en alerta. Se vuelve rápidamente, pero no le da tiempo a esquivar a Ivy. Caen las dos al suelo y empiezan una encarnizada lucha. La chica del dos es demasiado grande y enseguida tiene a Nina contra el suelo y atrapada bajo su cuerpo. Alza el rostro al cielo y sonríe ladina. Suelto un suspiro pesaroso y aparto la mirada. De pronto un murmullo de asombro barre la estancia y no puedo evitar levantar la mirada y mirar la pantalla. Nina, aprovechando el momento de celebración de su contrincante, consigue sacar un pequeño punzón plateado y clavárselo con todas sus fuerzas en el cuello. Ivy la mira con los ojos fuera de sus orbitas, intentando respirar, pero solo consigue producir un horripilante gorgoteo antes de caer muerta sobre Nina. Observo a Finnick ayudarla a quitase de encima el cuerpo inerte de la muchacha. Con la respiración aún muy agitada Nina consigue levantarse, pero no da dos pasos antes de caer de rodillas al suelo con las manos en el costado. Se mira las manos horrorizada y las tiene completamente ensangrentadas. Al parecer Ivy no se lo puso tan fácil como todos habíamos pensado en un primer momento. Finn corre a su lado y empieza a sacar algunas de las medicinas que he ido enviándole según las iba necesitando, pero nada de lo que pueda encontrar en esa mochila conseguirá arreglar lo que ya no tiene arreglo. Nina no coge de la mano y niega con la cabeza, mientras con la mano derecha agarra el cuchillo que Finnick acababa de soltar y antes de él pueda evitarlo se corta la yugular.

El sonido de los aplausos a mí alrededor es ensordecedor, miro a mi alrededor sintiendo odio y repulsión hacia todas estas personas sin escrúpulos. Finnick decide acabar con la alianza y escapar, pues sabe que en ese momento está en el punto de mira de los otros profesionales. Dos días después, los dos del uno y el chico del dos terminan con la vida de los tributos que aun vivían. Ahora le toca el turno a Finnick. No puedo soportar más la tensión que me produce ver a mi muchacho en la arena, esto tiene que terminar ya. Me siento al borde de mi asiento y llamo la atención de todas las personas que están sentadas a mí alrededor.

- Esto está terminando.- les digo mirándolos con los ojos entrecerrados, porque sé que lo que voy a pedir a continuación es algo difícil de conseguir. - Enviémosle un último regalo a Finnick.
- ¡Me pido regalárselo yo! - responde a gritos un hombre entrado en años, vestido del mismo color que los ojos de Finnick.

Se arma revuelvo, porque todos quieren tener ese honor. Lo cual ahora mismo, más que dolor de cabeza, me da alegría.

- No se preocupen, todos tienen que colaborar. - me miran extrañados. - Si queremos que Finnick gane, necesita hacerse con un tridente y la única manera de enviarle un regalo tan caro es que lo hagan entre todos.

Tras unos minutos de discusión para ponerse de acuerdo, acceden a mandar un último regalo, el más importante y caro de la historia de los Juegos del Hambre. Asiento y me dispongo a hacérselo llegar. Pulso a enviar y le adjunto un mensaje.

<<Utilízalo como te enseñó>>

Confirmo el envío y cuando alzo el rostro hacia la pantalla lo veo aparecer. Finnick mira la nota, sonríe y hace girar el tridente entre sus manos. Ahora su brazo está completo. Lleva tiempo sin usarlo, por lo que practica un poco lanzándolo contra un árbol. Sigue en plena forma. De pronto anochece y apenas vemos nada, por lo que decido retirarme a descansar un rato. Me despierto al amanecer y en lugar de dirigirme al ascensor para reunirme con los demás, decido quedarme en mi planta y ver lo que quede de los juegos allí. La avox que siempre me acompaña me ayuda a sentarme en un sillón y me hace apoyar los pies en un mullido cojín que coloca sobre un taburete. Me trae un té con unas pastas y entre sorbo y sorbo, veo que Finnick está tejiendo unas redes con plantas tal y como yo le enseñé. Me emociona ver que hace uso de los conocimientos a los que tanto me costó que atendiera. Coloca las redes y las disimula con hojas y ramas. Un ruido lo pone en alerta y sale corriendo para esconderse tras un arbusto. Sonrió al comprobar que la trampa surte efecto y consigue atrapar al chico y a la chica del uno. Aparto la mirada, pues no quiero ver lo que viene a continuación, pero los dos cañonazos simultáneos me confirman que Finnick solo está a un oponente de regresar a caso como les prometí a Lux y a Jonah. La victoria no se hace esperar pues justo al día siguiente, otra de sus trampas dejan a Lucien, el chico del dos, colgado a metro y medio del suelo sin posibilidad alguna de escape.

Finnick solo está unas pocas horas en el hospital, ya que gracias a sus patrocinadores no le ha faltado comida, agua o medicinas. Por lo que dos días después, terminadas las entrevistas, por fin nos encaminamos hacia casa. Al llegar a la abarrotada estación del cuatro, Finn se lanza a los brazos de su abuela y su padre, que me dan las gracias sin apartarse ni un segundo del nuevo ganador del Distrito Cuatro.