domingo, 29 de abril de 2012

CAPÍTULO 12 Mags

Estoy sentada sola en la playa, contemplando la inmensidad del mar. Hoy el agua está en calma y la brisa me trae su aroma salado. Cierro los ojos y alzo el rostro para absorber los rayos de sol, siento la arena acariciando mis pies y el aire alborotando mis cabellos. Unos brazos me rodean por detrás y una sonrisa se forma en mis labios, me recuesto sobre su pecho y me obsequia con un beso.

- ¿A que hora te vas? - me pregunta River.

- A mediodía. - le digo.

- Pues no tardarán en aparecer por aquí. - dice apesadumbrado.

Me giro un poco para poder mirarle a la cara, apoyo mi mano en su rostro y se lo acaricio suavemente.

- Solo serán unas semanas. - digo.

- A partir de ahora serás mentora, viajarás al Capitolio todos los años.

- Si, pero regresaré cada año. - le prometo.

Nos levantamos y nos dirigimos a mi nueva casa cogidos de la mano. La gente nos mira y saluda al pasar por su lado. Que yo ganara los juegos a significado tener comida durante un año entero y eso supone mucho para ellos. Una niñita vestida de blanco se me acerca, es Sarah, la hermana pequeña de Nereo. Me agacho para ponerme a su misma altura.

- ¡Hola pajarito! - saludo. - ¿Que haces tu solita por aquí?

- ¡Jugar! - dice a voz en cuello.

Miro en derredor y no veo a su madre, por lo que la tomo de la mano y la llevo a su casa. Por el camino va canturreando, de ahí viene lo de pajarito, todo el distrito la conoce por ese nombre ya que siempre va por ahí cantando y bailoteando. Cuando llegamos a su casa, su madre se lleva las manos al pecho y nos da las gracias. Me desea suerte para la gira mientras coge a la niña en brazos y vuelven a entrar en la casa.

Cuando por fin llegamos a mi casa, todos nos están esperando. Mi equipo de preparación me arrastra hasta mi habitación para prepararme, mientras mi abuela y River conversan con Drew y Solem en el salón.

Mientras Poppy me arregla las cejas, Lily se pone con mi pelo y Bubbles con el maquillaje. Me ponen potingues y más potingues hasta que estoy, según ellos perfecta. Cuando terminan, los dejo en el cuarto y me dirijo al salón para encontrarme con mi estilista Drew. Al verme entrar en la estancia, se levanta del sillón y se dirige hacia mi para darme un abrazo.

- ¿Emocionada al volver a casa? - susurro sin deshacer el abrazo.

Me responde con un leve movimiento de la cabeza, estrechándome más fuerte entre sus brazos.

- Bueno, ¿me has echado de menos? - pregunta.

- Solo un poco. - bromeo.

- Vístete, tenemos mucho que hacer y pronto nos tendremos que marchar. - me dice y se vuelve a sentar al lado de mi abuela, que la toma de la mano y se la aprieta.

Me visto con la ropa que Drew a preparado para mi: unos pantalones color beige, una camisa color marfil y unas manoletinas a juego. Cuando estoy lista, vuelvo a reunirme con ellos. El salón está abarrotado de cámaras que me grabaran mientras muestro mi "talento" al mundo y harán entrevistas a mi abuela y muy a mi pesar a River, ya que después de mi vuelta al distrito cuatro todo Panem sabe que estamos juntos.

Mi talento especial, aparte de hacer anzuelos con lo primero que encuentro, es bordar. Teniendo en cuenta que mi abuela es la mejor del distrito, raro sería que no lo fuera yo también, así que eso es lo que enseño ante las cámaras. Cuando acaban de grabar todo, Solem nos indica que es la hora. Me despido rápidamente de mi abuela y River, que me da un beso muy dulce que las cámaras no logran captar. De camino a la estación, la gente me despide y me desea suerte.

En el momento que el tren empieza a moverse, un nudo se forma en mi garganta y tengo que recordarme que está vez no voy a la arena, si no a esta estúpida Gira de la Victoria. Nos sirven una cena deliciosa, que todos comemos mientras charlamos. Una vez terminada la cena me voy a mi compartimento, el mismo que la última vez o al menos eso creo. Me pongo un pijama y me tumbo en la cama, no tardo ni cinco minutos en caer rendida.

A la mañana siguiente, Solem llama a la puerta para indicarme que pronto servirán el desayuno. Me pongo lo primero que pillo y salgo hacia el vagón comedor, dónde me sirvo un poco de todo. Cuando termino, me llevan a terminar de arreglarme. Frunzo un poco el ceño al ver la ropa que han escogido para nuestra primera parada.

- En el distrito doce hace mucho frío en esta época del año. - dice Drew desde la puerta.

- ¿Tanto? - pregunto algo preocupada, el frío no es lo mio.

- ¡Más! - responde.

- ¿Nieve? -pregunto ahora ilusionada, ya que nunca he visto la nieve.

Asiente sonriendo y me visto con la ropa que me dice: un vestido, aunque más que un vestido, parece una camisa muy larga, a cuadros rojos y negros con tres botones a la altura del pecho y un cinturón negro por debajo. Me pasa unos pantaloncillos negros muy estrechos que están hechos de una tela gruesa y cálida que ella llama leotardos. Para terminar me pongo unas botas negras de piel con cordones, aunque no los ato, me gusta como quedan así. Drew se encarga de maquillarme, labios rojos a juego con el vestido y ojos negros para resaltar mi verde natural.

Solem nos avisa de que ya estamos entrando a la estación. Me pongo el abrigo que Drew me pasa, es negro, grueso y con botones, en la solapa hay un broche plateado en forma de tridente.

- Toma. - me dice pasándome un gorro de lana. - Póntelo, no nos a dado tiempo a hacer nada con tu pelo y esto lo disimulará.

Me lo pongo y tiro de el hacia atrás, dejando entrever el nacimiento del pelo. Seah me pone una mano en la espalda y tira de mi. La estación del distrito doce es muy diferente a la de mi distrito, está bastante desvencijada y mugrienta. Es la primera parada y ya estoy deseando volver a casa.

Han preparado una especie de desfile en el que recorremos la ciudad mientras los habitantes nos vitorean, aunque está bastante claro que por obligación. Acabamos frente al Edificio de Justicia, dónde el alcalde lee un discurso en mi honor, al que yo respondo con un agradecimiento escrito por el Capitolio. Dos niñitas se acercan a mi, una me ofrece un gran ramo de flores y la otra una placa. Después, nos retiramos al interior del edificio, dónde ofrecen una cena especial para el vencedor. Todos los días son iguales, visitamos los distritos, nos leen un discurso, doy mis agradecimientos, más flores y placas, la cena en mi honor y vuelta al tren.

Al llegar al Capitolio estoy agobiada de tanto viaje. Me pasean por multitud de lugares públicos para que la gente me pueda ver e incluso en algunas ocasiones saludarme personalmente y pedirme un autógrafo. Una vez finalizada esta pantomima, nos conducen a nuestro piso en el Centro de Entrenamiento, dónde me arreglan para la entrevista de esta noche.

Ya tienen preparado el escenario delante del Centro de Entrenamiento, dónde un exultante Eustace Flickerman, con un traje fucsia a juego con su pelo y maquillaje, se encarga una vez más de entrevistarme para todo Panem. Después de la entrevista, solo queda la fiesta que el mismísimo presidente Rain celebra en la sala de banquetes de su mansión. Tengo que admitir que jamás me hubiera imaginado que un día estaría en un sitio como este. Los techos tienen como doce metros de altura, aunque parece carecer del mismo, porque al mirar hacia arriba, estoy contemplando un cielo en un día de verano, puedo ver el sol y nubes esponjosas. Hay músicos tocando unas melodías maravillosas, mesas cubiertas de todo tipo de manjares e incluso una pista de baile. Como todo lo que puedo y converso con infinidad de personas, me hago fotografías y sonrío. Me aparto un poco de la multitud y me acerco a una mesa llena de pequeñas copas de vino llenas de un liquido transparente, tomo una y cuando estoy a punto de llevármela a los labios, una mano aparece y me la arrebata.

- ¿Porque has hecho eso? - digo girándome para encontrarme con Seah.

- Por que no creo que quieras empezar a vomitar como una loca delante de toda esta gente, ¿verdad? - pregunta

Frunzo el ceño a modo de pregunta y me explica lo que implican esas delicadas copas. La verdad es que no me sorprende de lo que es capaz esta gente tan extraña.

- ¡Es la hora de dar las gracias y despedirse! - nos avisa Solem.

Una vez cumplido con lo que nos dijo nuestro acompañante, nos dirigimos a un coche con los cristales tintados que nos lleva hasta la estación. Al día siguiente a media tarde llegamos al distrito cuatro, dónde nos espera el Festival de Recolección y el fin de la Gira de la Victoria.

viernes, 27 de abril de 2012

CAPÍTULO 11 Mags

Al principio no consigo oír nada, el griterío del publico es incesante, pero en ese momento Eustace Flickerman se pone en pie y viene a hacia mi con las manos en alto en un intento de acallar a la audiencia. Me saluda efusivamente y me ofrece asiento. Una vez estamos sentados reducen la intensidad de las luces y aparece el sello del Capitolio en la gran pantalla, durante las próximas tres horas veremos un resumen de todo lo que ha pasado en la arena.

Durante la primera hora, vemos los acontecimientos anteriores a la arena: la cosecha, la entrada en carro al Capitolio, las clasificaciones finales y las entrevistas. Un vez pasado todo esto, se centra en el campo de batalla, un más que minucioso resumen del baño de sangre con imágenes de tributos muriendo y matando cruelmente. Todo ello entremezclando con imágenes mías, en las que apenas me reconozco.

Y ahí está, el momento que más temía, mi encuentro con Nereo, aparto la mirada de la pantalla porque no quiero llorar, pero tengo una cámara prácticamente pegada a la cara para mostrar todas mis reacciones, así que, aunque no quiero que la gente me vea, no puedo ocultarme.

Más imágenes, ahí estoy yo atando a la chica del uno con la ayuda de mi compañero. La siguiente imagen es la muerte de Nereo seguida de mi lucha con el chico del diez. En ese punto la gente me aclama fervientemente, me aplauden por matar a un chico y eso me produce nauseas. Más muertes y finalmente mi cara a cara con la chica del dos, Bellatrix. Nos veo acechándonos mutuamente y acto seguido echando a correr delante de la bestia que nos perseguía, veo mi aparatosa caída y escucho mi grito al sacar el pie atrapado en el agujero, ahora todo son imágenes de las dos mezcladas, ella corre y yo me arrastro. La veo al borde del precipicio y ahí estoy yo, saltando con los brazos extendidos mientras ella es apresada por las garras y colmillos de la pantera. Veo mi reacción en la esquina inferior izquierda de la pantalla y no puedo evitar sentir lástima por la chica. Por último me veo en el agua, una voz me proclama vencedora y aparece el aerodeslizador.

Vuelve a sonar el himno que da por finalizado este circo y hace su aparición el presidente Rain seguido de un niño que sostiene el cojín sobre el que va acomodada la corona del ganador. El presidente la coge con sumo cuidado y la coloca sobre mi cabeza. Me dedica una sonrisa, que no le devuelvo, y me felicita.

Eustace Flickerman se despide de la audiencia, que protesta un poco y les recuerda que mañana no se pueden perder la última entrevista.

Después, nos llevan a la mansión del presidente Rain para el banquete de la victoria, pero no tengo ocasión de disfrutarlo, porque algunos de los patrocinadores y funcionarios del Capitolio pelean por hacerse una foto conmigo. Está amaneciendo cuando por fin llegamos a la cuarta planta del Centro de Entrenamiento. Estoy agotada por lo que me despido de todos y me voy a mi habitación. Me desnudo con parsimonia y me meto en la cama solo con la ropa interior, no tardo ni dos minutos en cerrar los ojos para sumirme en el más profundo de los sueños.

Noto unos suaves toquecitos en el hombro, abro un ojo a medias y veo a la chica avox.

- ¿Ya es la hora? - le pregunto. Asiente con una pequeña sonrisa en los labios y se marcha.

Me arrastro fuera de la cama y me dirijo al baño, me doy una ducha excesivamente larga, después me visto con lo primero que encuentro y salgo a desayunar. Apenas tengo tiempo para tomar un poco de leche y un bollo, porque hay mucho que hacer.

El equipo de preparación aparece hablando sin parar sobre lo que pasó anoche, están eufóricos. Lo único que parece importarles es que han salido en la tele a nivel nacional, no que hayan muerto veintitrés niños inocentes, pero no se lo tengo en cuenta, porque ellos tampoco son los culpables de esto.

Cuando llega Drew un inmenso dolor palpitante me atraviesa la cabeza, parece notarlo, porque los echa de la habitación y nos quedamos a solas. Esta vez, mi vestido es mucho más sencillo que el de la primera entrevista. Es de tirantes, con la parte de arriba calada formando dibujos, aunque no se me ve nada, porque a tenido la gentileza de poner un fondo negro para que contraste con el lila y no deje nada al descubierto. Por debajo del pecho tiene una trenza que hace las veces de cinturón y separa la parte de abajo que es totalmente lisa. Es de color lila y como los otro dos que he lucido, por encima de la rodilla. Aunque esta vez Drew a dado una tregua a mis pies, porque en lugar de llevar tacones, me pone unas simples sandalias negras que me sujetan el pie con una estrecha tira por encima de los dedos y otra tira un poco más ancha a la altura de los tobillos. Apenas me maquilla, cosa que agradezco, solo un toque de brillo en los labios y un fino perfilado negro en los ojos. El pelo me lo deja suelto, con mis ondulaciones naturales.

Esta vez la entrevista la realizaran en el salón del cuarto piso. Cuando me dirijo hacia la sala, la han cambiado por completo. Han colocado dos sillones de piel blancos y una mesita baja ante ellos dónde han colocado una caracola enorme llena de magnolias rosas y blancas. Los cámaras andan de aquí para allá preparándolo todo. Eustance Flickerman se me acerca y me sorprende con un cálido abrazo.

- Enhorabuena Mags, ¿que tal estás?

- Bien, gracias. - respondo educadamente.

- Estupendo entonces, adelante, toma asiento. - me ofrece caballeroso.- Preciosas, ¿no crees? - me pregunta señalando las flores.

- Si, mucho. - asiento.

- Las elegí yo mismo, ya que es la flor que te da nombre, ¿no es así? - vuelve a preguntar.

- Si, así es. - respondo sonriendo tímidamente.

Me guiña un ojo, alguien empieza la cuenta atrás y salimos en directo para todo Panem. Eustace Flickerman está en su salsa; bromea, ríe y cuenta chistes a un publico inexistente, pero que seguro nos está siguiendo muy atento. Empieza la ronda de preguntas.

- ¿Como lograste escapar indemne del baño de sangre?

Frunzo el ceño sin entender muy bien que a querido decir con indemne, ¿acaso no acabé sangrando copiosamente por una pedrada?

- Ya me entiendes. - rectifica al ver mi expresión.-  Me refiero a salir con vida y cargando con una mochila llena de provisiones.

- Yo no diría que lo que había en la mochila fueran provisiones. - digo y miro a Seah que me hace un gesto con la cabeza para que arregle lo que acabo de decir.- Quiero decir que cada uno se hace con sus propias provisiones y en lo referente al baño de sangre, solo pensé en salir de allí lo más rápido posible y con todo lo que pudiera agarrar.

- Por supuesto. - asiente.- Esas palabras no hacen más que acrecentar lo que ya pensaba de ti, que eres una superviviente. Y en la arena lo demostraste con creces, como cuando al ir a coger la tortuga, te mordieron las pirañas, pero aún así no te diste por vencida y la atrapaste.

- Bueno, tenía hambre. - digo, lo que provoca las risas de Eustace. - Y no iba a dejar escapar la oportunidad de comer que esa pobre tortuga me estaba brindando al pasar por ahí.

- ¡Exacto! - exclama y sigue.- ¿Y que fue lo que sentiste al reencontrarte con tu compañero de distrito, Nereo?

Agacho la cabeza, se me ha formado un nudo en la garganta que no consigo tragar. Eustace me pasa un vaso de agua y bebo un poco, dejo el vaso en la mesita, carraspeo un poco y alzo la mirada.

- Sentí miedo, pero también sentí alivio al comprobar que estaba bien. - musito.

- ¿Y al verlo morir, sin poder hacer nada por evitarlo y tener que luchar justo después para poder salvar tu propia vida? - pregunta.

- Solo pensé lo que cualquiera pensaría en mi lugar, en sobrevivir. - contesto eludiendo la primera parte de la pregunta.

- Claro.- asiente. - ¿Y que me dices de ese cara a cara con la tributo del distrito dos? fue un momento crucial.

- Sabía que era el fin y que no podíamos posponerlo por más tiempo. - respondo.

- ¿Y cuando te quedaste atrapada mientras huías de esa bestia enorme? - pregunta sentándose al borde del asiento.

- Al ver que no podría sacar el pie y que ese animal me iba a atrapar, pasé mucho miedo... pero cuando logré sacarlo, en lo único que podía pensar era en huir lo más rápido que pudiese, a pesar de que el dolor me aturdía por completo.

- ¿Y en que pensabas cuando te lanzaste al vacío? - pregunta expectante. - Porque te juro que mi corazón se paró en ese momento.

- Era la única salida, el rió pasaba muy cerca de mi posición y podía oír el agua caer, así que no me lo pensé y me tiré. - contesto sin más, encogiéndome de hombros.

Eustace asiente y se gira para quedar frente a la cámara, se despide de la audiencia de manera exagerada y todo termina. Luego se despide de mi con un efusivo abrazo y me desea suerte.

Me despido de Drew y del equipo de preparación. Seah me dirige por unos pasillos hasta un coche de cristales tintados que nos llevará al tren devuelta al distrito cuatro.
Cuando el tren empieza a moverse, respiro hondo y empiezo a relajarme. Solem nos llama a cenar y cuando terminamos, vemos la repetición de mi entrevista, al terminar me despido y me voy a mi compartimento, me lavo la cara y me tumbo sobre las sabanas totalmente vestida. Abro los ojos cuando el suave roce de una mano en mi mejilla me despierta.

- El desayuno está listo. - susurra Seah.

Me froto los ojos y voy al baño, me lavo la cara para despejarme y me peino un poco, el vestido está arrugado, pero no me lo cambio. Salgo del compartimento y me reuno con Seah y Solem para desayunar. Apenas pruebo bocado, porque lo nervios por volver a casa me lo impiden. Me acerco a la ventana y veo el mar. Estamos llegando, entramos en la vieja estación del distrito cuatro y mi corazón palpita desbocado. El andén está atestado de la gente del distrito y por las cámaras del Capitolio que quieren grabar mi regreso a casa. Nada más poner los pies en el andén corro en dirección a mi abuela, que me espera con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos.

- Mi niña preciosa. - me dice mientras toma mi cara entre sus manos.

- Te quiero mucho abuela. - le digo entre beso y beso.

La abrazo y nos ponemos a llorar, apoyo la cabeza en su hombro y entonces lo veo, está justo detrás, esperando su turno. Mi abuela me suelta de su abrazo, le beso ambas manos y me dirijo hacia el. Abre los brazos y me lanzo a ellos, me abraza y nos besamos, las lágrimas vuelven a rodar por mis mejillas, pero el las restaña con sus labios.

- Te quiero pequeña. - dice besándome de nuevo.

- Yo también a ti River.

Al fin estoy en casa, con la gente que quiero y nunca más tendré que volver a preocuparme por si mi nombre sale elegido para ir a la arena.

lunes, 23 de abril de 2012

CAPÍTULO 10 Mags

Una escalera plateada cae del aerodeslizador y me aferro a ella con las últimas fuerzas que me quedan. La corriente eléctrica me paraliza al instante y me saca del agua. Una vez arriba, la corriente cesa y unos hombres ataviados con impolutas batas blancas, máscaras y guantes esterilizados me llevan a una extraña habitación dónde me tumban sobre una mesa plateada y empiezan a trabajar con mi escuálido y desvencijado cuerpo.

Cuando me despierto, una luz cegadora me hiere los ojos, me llevo una mano a la cara para cubrírmelos hasta que poco a poco se van adaptando a la luminosidad de la habitación. Levanto la cabeza de la almohada y me apoyo en los codos para ver la estancia, pero siento tirantez en el izquierdo, ya que tengo un tubo clavado en el. Me encuentro en un cubículo blanco sin ventanas ni puertas, frunzo el ceño y me vuelvo a echar sobre la almohada. Muevo el pie derecho, el que me rompí al saltar el árbol mientras huía despavorida del animal y compruebo que vuelve a estar en perfectas condiciones.

No se cuanto rato llevo aquí encerrada, pero me empiezo a impacientar y mis tripas rugen ferozmente. En ese momento una parte de la pared se desliza y aparece una de las chicas avox que nos servían en nuestro piso del Centro de Entrenamiento. Deposita ante mi una bandeja con comida, que consiste en un cuenco de caldo, un poco de compota de manzana y agua. No han pasado ni cinco minutos desde que termino de comer, cuando noto un frescor recorriéndome el brazo y mis párpados se cierran involuntariamente.

La luz me molesta, alzo los brazos para volver a crear un poco de oscuridad y poder seguir durmiendo un poco más, pero algo a cambiado. Me siento muy erguida en la cama, me miro ambos brazos y me froto el izquierdo justo dónde tenía insertado el tubo, mi mirada recorre la sala y descubro que han deja algo de ropa. Me visto rápidamente y me dirijo a la pared por dónde entró la avox, se abre al instante y salgo a un pasillo totalmente desierto.

- ¿Hola? - mi voz suena extraña después de tanto tiempo sin decir palabra.

Escucho mi nombre al final del pasillo, así que me dirijo hacia esa voz que me resulta tan familiar. Allí me encuentro con mi mentor, mi acompañante y mi estilista. Me acerco corriendo a ellos y les doy un abrazo a Seah y a Drew, Solem se limita a felicitarme y a darme unas palmaditas en la espalda. Drew me pasa un brazo por el hombro y me dirige hacia uno de los ascensores, mientras caminamos me dice que ahora tengo que prepararme para mi entrevista. Subimos hasta la cuarta planta y allí nos esperan las gemelas y Bubbles. Cuando me ven entrar se ponen a gritar y a dar saltitos, lo que provoca que acabe riéndome y pensando que están locos. Nos sirven algo de comida, más apetecible que la del hospital que consiste en turducken con verduras variadas.

Cuando terminamos de comer, me llevan a mi habitación, dónde me preparan un baño, me arreglan el pelo, las uñas y me maquillan mientras hablan sin parar de cosas que no logro entender. Drew aparece en ese momento con mi vestido. Es de color rojo amapola, por encima de la rodilla y con mangas tres cuartos por debajo de los codos, se ciñe un poco en la cintura para luego caer más holgado. Los zapatos son de ante negro con diez centímetros de tacón. Cuando me ponen ante el espejo, lo primero que llama mi atención son mis labios, son del mismo color que el vestido. Los ojos los han enmarcado con un fino delineador negro y el pelo lo han recogido con una trenza toscamente entretejida que me cruza suavemente por la parte de delante de izquierda a derecha hasta llegar tras la oreja, dónde se junta con el resto del cabello en un elaborado recogido trenzado.

- ¿Que te parece? - me pregunta Drew expectante pasándose las manos por el pelo con nerviosismo.

- Me gusta. - respondo, pero se que no es suficiente para ella porque frunce el ceño.

- ¿Eso es todo? un simple "me gusta". - dice formando unas comillas con sus dedos mientras repite mis palabras.

No puedo evitar sonreír al ver su cara de desconcierto, así que me aclaro la garganta, abro mucho los ojos, me llevo las manos a la cabeza y digo:

- ¡Oh Dios mio, es asombroso! ¡¿que digo asombroso?!, ¡es definitivamente el vestido más maravilloso que he visto en mi vida! - dicho esto la miro fijamente a los ojos y las dos estallamos en risas.

- ¡Eso está mejor! - sonríe. - Aunque siento decirte que lo tuyo no es el teatro.

Bajamos en ascensor hasta la planta de entrenamiento, me dirige por un laberinto de pasillos y me deja sola en la plataforma elevadora que en el momento adecuado me subirá hasta el escenario dónde me harán la entrevista como ganadora de los juegos. Empiezo a ponerme nerviosa y me sudan las manos. Cuando finaliza el himno del Capitolio, el rugido ensordecedor de la multitud me indica que Eustace Flickerman acaba de hacer su gran aparición en el escenario, ya queda menos para mi turno. Los aplausos llegan justo después de que presente al equipo de preparación, acto seguido le llega el turno a Solem. La muchedumbre estalla en vítores cuando aparece Drew y por último Seah, mi mentor y hasta ahora el único vencedor del distrito cuatro.

En ese mismo instante, la plataforma bajo mis pies empieza a elevarse y unas luces cegadoras me dan la bienvenida al escenario.



*Un turducken es un plato consistente en un pavo deshuesado relleno con un pato deshuesado, a su vez relleno con un pollo pequeño deshuesado.

[N. de Drewinthesky] Parece asqueroso, pero lo vi el otro día en la tele y me hizo gracia el nombre.

domingo, 22 de abril de 2012

CAPÍTULO 9 Mags

No sé cuantas horas llevo caminando, perdí la cuenta hace rato, pero no hay ni rastro de los otros tributos. Me topo de frente con un pequeño riachuelo y me agacho para beber un poco de agua, pero antes de meter la mano un extraño olor nauseabundo me golpea en plena cara obligándome a retroceder. Hace mucho rato que no llueve, así que esto deja las cosas muy claras. Nos han dejado sin agua. El tiempo se acaba a marchas forzadas.

Sigo caminando, estoy exhausta y la sed me castiga cada vez más. Estoy a punto de desfallecer cuando lo veo, nunca nada me había tan hermoso, un pequeño paracaídas plateado se posa en el suelo ante mi. Miro al cielo dando las gracias, lo abro y saco una botellita de color azul, la mantengo entre mis manos para notar el frescor del liquido transparente que guarda en su interior. Bebo despacio, cada trago de agua es revitalizante, guardo la poca que me queda ya que no soportaría quedarme sin ella de nuevo y dudo mucho que algún patrocinador me vuelva a brindar su ayuda de nuevo.

El camino cada vez es más empinado y no creo que tarde mucho en oscurecer. Miro a mi alrededor y encuentro el sitio perfecto para descansar. Me siento sobre un mullido cojín de musgo, está fresco y es muy agradable.

Escucho que alguien se acerca, mi primer instinto es el de esconderme, pero no lo hago. Estoy cansada y quiero que esto termine de una vez, así que me quedo dónde estoy, esperando. Unos segundos después, a escasos metros de mi posición veo pasar a la chica del siete, seguida de cerca por un chico. Tiene que ser Lecter, al fin le pongo cara a esos pies. Me pregunto dónde estará la otra chica, pero en realidad me da igual. Los observo desde mi improvisado asiento, la chica del siete lleva consigo un hacha enorme que no duda ni por un momento en blandir en la dirección del gigantesco Lecter, que la mira con cara maliciosa invitándola a hacerlo.

- ¡Vamos pequeña! ¿a que estás esperando? - dice a la vez que embiste contra la chica con su espada de doble filo.

La chica lo esquiva rápidamente y Lecter se da de bruces contra un árbol, se levanta enfurecido y vuelve a arremeter contra la diminuta niña. En ese momento me pongo en pie, porque no puedo creer lo que ven mis ojos. Lecter se tambalea hacia atrás con el hacha incrustada en su enorme pecho musculoso, tiene los ojos muy abiertos y mira a la chica sin comprender. Cae de rodillas al suelo y se arranca el arma del pecho dejando ver el profundo corte de su torso sangrante, se desploma justo en el momento en que suena el cañonazo.

No han pasado ni dos segundos cuando suena un segundo cañonazo, la chica del siete está tirada en el suelo inmóvil, de su sien izquierda sobresale lo que parece un dardo plateado. Entonces la veo, Bellatrix, la chica del dos. Nos miramos mutuamente y damos un paso al frente las dos a la vez.

- Sólo quedamos tú y yo.- dice con una sonrisa cruel cruzándole el rostro y dando otro paso.

- Eso parece.- respondo avanzando a su vez.

Nos encontramos frente a frente, ambas sin armas. Solo nosotras dos. Un ruido procedente de nuestra izquierda borra la sonrisa de su cara. Miro en dirección al ruido y de entre las grandes hojas de un matorral a escasos veinte metros aparece una enorme pantera negra, la reconozco enseguida gracias al puesto de animales del Centro de Entrenamiento. Me doy la vuelta y salgo corriendo en dirección opuesta al animal, Bellatrix hace lo mismo, las dos corremos como alma que lleva el diablo.Cada vez me cuesta más llevar el ritmo, porque el camino está muy empinado. Tropiezo varias veces, pero logro seguir. Un tronco caído me obstaculiza el paso, consigo saltarlo, aunque a duras penas, porque un pie se me queda enganchado y caigo de bruces contra el suelo.

En ese momento veo como Bellatrix salta por encima del tronco sin dificultad alguna y sigue corriendo, no sin antes lanzarme una mirada de suficiencia. No puedo sacar el pie del agujero, lo tengo totalmente doblado, posiblemente esté roto porque siento un inmenso dolor. Tiro de el con todas mis fuerzas, porque el animal ya no puede estar muy lejos, es ahora o nunca. Aprieto los labios con fuerza y tiro con decisión. Un grito desgarrador sale de mi garganta justo cuando consigo sacar el pie. Me pongo de pie a duras penas y al girarme para mirar tras de mi la veo aparecer, negra y brillante. Corro como puedo, el pie me duele mucho, pero la adrenalina me da la fuerza necesaria para seguir huyendo de mi peligroso atacante.

Justo delante de mi en la espesura, empiezo a ver una extraña claridad y se que pronto saldré de este laberinto de arboles y follaje, solo un poco más y estaré fuera. Pero no puedo más, el dolor me vuelve torpe y vuelvo a caer. Consigo levantarme en el último segundo y el sol me ciega al salir de entre los arboles. Sigo arrastrándome lo más deprisa que puedo y veo que Bellatrix está al borde de un precipicio haciendo extraños movimientos circulares con los brazos para mantener el equilibrio. Miro a su izquierda y veo como cae el agua del río en cascada, así que no me pienso y cuando llego al borde me lanzo en picado.

Mientras caigo escucho el cañonazo, la pantera se hizo con su presa. Alzo los brazos por encima de la cabeza y rompo la superficie del agua con ellos, suerte que es profundo, porque con esa caída podría haberme roto el cuello, doy unas brazadas y salgo a la superficie a coger aire.

- He ganado. - mi voz suena incrédula cuando lo digo.

Pero unos segundos después ahí está el aerodeslizador que me confirma como vencedora.

sábado, 21 de abril de 2012

CAPÍTULO 8 Mags

Me alejo corriendo todo lo que puedo del lago, quiero poner el máximo de distancia entre ese pobre chico y yo. No puedo soportar pensar en lo que acaba de pasar, sigo corriendo hasta que me arden los pulmones y no tengo más remedio que parar. Apoyo las manos en las rodillas y doblo el cuerpo hacia delante, tengo la respiración agitada  y los fuertes latidos me atronan en los oídos impidiéndome oír nada de lo que pasa mi alrededor.

Sigo temblando cuando me quito la mochila y me siento en una roca. Me obligo a respirar despacio y por la nariz con el único fin de calmarme. Tengo la boca seca y me siento mareada, me sudan las manos y acabo vomitando violentamente. Cuando termino, me pongo a llorar desconsoladamente. No se cuanto rato pasa hasta que dejo de llorar. Estoy tumbada sujetándome fuertemente las piernas contra el pecho entre dos enormes raíces que sobresalen medio metro del suelo. No estoy resguardada de miradas ajenas, pero no me importa, ya nada me importa así que cierro los ojos y me dejo ir.

La lluvia gélida me despierta, estoy totalmente agarrotada y me cuesta moverme con normalidad. Todo a mi alrededor está en la más absoluta oscuridad. No puedo ver nada, solo escuchar los sonidos producidos por la lluvia. Me arrastro hacia la mochila y me bebo la poca agua que me queda, el estomago me gruñe, pero no tengo nada con que acallarlo. Me tumbo boca arriba y dejo que la lluvia limpie mi cara llevándose los restos de sudor y lágrimas. Cuando sale el sello del Capitolio, veo por última vez la cara de Nereo lo que me provoca un extraño dolor en el pecho que me deja sin aliento, desaparece su rostro del cielo solo para aparecer la cara del chico al que maté, es el chico del diez. No siento nada, solo un vacío enorme en mi interior, cuando desaparece el sello vuelve la negrura.

Tres mil seiscientos segundos después, deja de llover y es entonces cuando los oigo, vienen hacia aquí. Algo se remueve en mi interior y me da las fuerzas necesarias para esconderme tras unos matorrales de hojas enormes. Está amaneciendo, pero aun no hay mucha luz, desde mi escondrijo solo puedo distinguir tres pares de pies que frenan su carrera justo delante de mi.

- ¡Te dije que no se dirigió hacia aquí! - dice la voz irritada de una chica.

- ¡Esta es la segunda vez que la perdemos por tu culpa! - vocifera ahora la voz de un muchacho.

- Lo siento mucho Lecter, creí de veras que vino hacia aquí. - suplica otra voz masculina, esta vez más joven.

- Bellatrix, pásame la espada. - dice dirigiéndose a la chica. - Acabemos con esto de una vez.

- ¡No! ¡por favor, no! - implora el niño.

- Si quieres puedes cerrar los ojos Erik. - dice Bellatrix con voz aparentemente dulce y soltando una carcajada maliciosa.

- Si, solo será un momento. - dice Lecter uniéndose a las risas de Bellatrix.

Desde mi escondite no puedo ver nada, solo escuchar sus risas y los sollozos de Erik. El filo de una espada al desenvainarse corta el aire y con ello el cuello de ese pobre chico, que cae inerte a mi lado con la sangre manando de su cuello de forma incontrolable. Lanza una última mirada en mi dirección y por un segundo sus ojos se quedan fijos en los mios, hasta que suena el cañonazo que indica su muerte.

- Larguémonos de aquí para que puedan llevárselo. - dice Bellatrix.

- Si, será mejor que vayamos en busca de la del siete, antes de que se haga daño. - bromea Lecter riéndose con su propio chiste.

- Aun nos queda la del cuatro, Mags creo que se llama. - apunta Bellatrix.

- Ella será la siguiente.

Dicho esto se alejan de mi. Me quedo donde estoy hasta pasados unos minutos, dejando que se distancien lo máximo posible de mi antes de salir. Me arrastro fuera de mi escondite y me encamino en la dirección opuesta a ellos, pero algo no va bien, porque conforme voy andando la selva se hace más espesa e impenetrable. Tengo que dar la vuelta, porque es imposible seguir por este camino.

- Quieren juntarnos.- me digo a mi misma. - Esto se está alargando demasiado.

No se cuando días llevamos aquí, perdí la cuenta hace mucho, pero nuestra estancia aquí se está agotando. No hay vuelta atrás. Cojo aire y lo expulso lentamente, me encojo de hombros y me dirijo hacia donde quieren que vaya. Me encamino hacia lo que probablemente sea mi muerte... o quizás no.

miércoles, 18 de abril de 2012

CAPÍTULO 7 Mags

Nos quedamos en silencio durante un rato, solo lo rompemos cuando le digo que deberíamos movernos. Nereo coge el tridente y se pone en marcha, yo me echo a andar por el lado opuesto al suyo, pero al girarme veo que está parado mirándome así que me paro y con un movimiento del brazo le invito a venir conmigo, sonríe y me alcanza.

Mientras caminamos, me pone al día sobre lo que ha estado haciendo desde que nos soltaron en la arena. Sobrevivió al baño de sangre gracias a su rapidez y su don para huir, pero no sin antes arriesgarse para hacerse con el tridente, y los días posteriores estuvo escondido en una grieta, alimentándose a base de unas pequeñas bayas rojas. Me sorprende lo afortunada que he sido.

El camino, cada vez es más empinado, por lo que aminoramos el paso y finalmente nos sentamos a descansar. Es bueno tener un compañero, ya que no tienes que estar tan alerta a cada paso de das, pero pensar que en algún momento nos tendremos que separar me produce una punzada de dolor. Me tumbo a un lado y miro hacia arriba, veo un nido, así que me levanto e intento sin éxito alguno alcanzarlo, por lo que Nereo se ofrece voluntario para subir al árbol. Cuando llega al nido su cara se ilumina y me empieza a lanzar cuidadosamente los huevos, no son muy grandes, pero algo es algo. Empezamos a movernos, para buscar algunas ramas y hojas secas para hacer fuego y poder cocinarlos, ya que al comerlos crudos nos arriesgamos a contraer salmonelosis.

- ¿Has oído eso? - pregunto con una voz apenas audible y poniéndome en pie.

Asiente y me imita, lo cojo del brazo y tiro de el hacia unos arbustos. No tardamos mucho en averiguar de dónde procede el sonido. Es la chica del uno, pero está sola, entre los dos podríamos reducirla, ¿pero quién me dice que no es una trampa?. Miro a Nereo que me hace una señal para que nos abalancemos sobre ella, pero no me da tiempo a decirle que no, porque el ya está corriendo hacia la chica. La ha pillado totalmente desprevenida y la tumba en el suelo, forcejean, yo estoy totalmente paralizada, no se que hacer, porque no quiero ser una asesina. Entonces veo que ella a sacado un cuchillo y está a punto de clavarselo por la espalda, es en ese momento cuando salgo de la seguridad de mi escondite y me lanzo hacia ellos, consigo arrebatarle el cuchillo de una patada y mi compañero se sienta sobre su pecho, colocándole las piernas sobre los brazos inmovilizándola, pero ella empieza a gritar en busca de ayuda y se que si los otros andan cerca no tardaran en llegar en su ayuda. Saco una de las cuerdas que llevo en la mochila y empiezo a atarla como me enseñaron en el puesto de nudos del Centro de Entrenamiento. Cuando la tengo completamente sujeta, tiro de Nereo y nos alejamos corriendo, no llegamos muy lejos cuando escuchamos un cañonazo.

- ¿Crees que la hemos matado? -  me pregunta angustiado. Niego con la cabeza porque es totalmente imposible.

- Habrán sido sus amigos. - respondo dándole énfasis a la palabra "amigos". - No podían dejar escapar la oportunidad de deshacerse de un tributo profesional, ¿no crees?

- Supongo.- dice algo más sosegado.

- Busquemos un refugio, está empezando a oscurecer.- le digo y nos ponemos en marcha.

Encontramos un árbol caído sobre unas rocas, es perfecto, porque nos protegerá de la lluvia y de ser vistos. El suelo está bastante seco, nos sentamos y nos comemos los últimos plátanos que me quedan y unas bayas que fuimos recogiendo por el camino. Justo cuando terminamos de comernos las frutas escuchamos el himno del Capitolio y vemos a parecer las caras de los dos últimos tributos muertos. La chica del uno y el chico del nueve.

- Ya solo quedamos siete. - murmura.

- ¿Porqué no intentas dormir un poco?.- digo.- Yo vigilaré.

No tarda mucho en caer rendido. Me siento con las piernas recogidas y apoyo la cabeza en las rodillas, le observo dormir y no puedo evitar dar algunas cabezadas. Cuando empieza a clarear, la incesante lluvia al fin parece darnos una tregua, lo zarandeo suavemente hasta que abre los ojos y le propongo ir al lago que vimos ayer al venir hacia aquí.

No tardamos mucho en llegar. Nereo suelta el tridente, se quita las botas y se lanza al agua de cabeza. Yo me quito la mochila y me siento en una roca, me desato las botas y me remango los pantalones, para revisar las heridas. Al retirar los vendajes y el musgo compruebo que ya están mucho mejor, así que las dejo al aire. Me acerco al agua y me lavo las heridas, después la cara y los brazos. Me giro hacia la mochila y rebusco en su interior hasta hallar el anzuelo que fabriqué con la hebilla de mi cinturón, lo ato al trozo de cuerda que me queda y lo lanzo al agua. Busco a Nereo con la mirada y lo encuentro nadando en mitad del lago, lo miro durante un rato y noto algo raro, justo cuando estoy a punto de gritarle que vuelva a la orilla, se hunde en el agua y veo como su cuerpo se retuerce y se quiebra entre los musculosos anillos de una serpiente de color verde oscuro, con marcas ovales de color negro y ocre en los flancos, una anaconda.

Me dejo caer de rodillas mirando horrorizada el terrible final de ese pobre niño. Las lágrimas me ciegan, apenas soy consciente de nada de lo que pasa a mi alrededor, en lo único que puedo pensar es en Nereo, se escucha el cañonazo que confirma que la serpiente a hecho bien su trabajo.

Sigo tirada en el suelo cuando alguien se abalanza sobre mi, no tengo fuerzas y estoy a punto de dejarme ir, pero entonces miles de imágenes me vienen a la mente: mi abuela, mis amigos del distrito, el mar... ¿de verdad voy a dejar de luchar por volver con ellos?, esos pensamientos son los que me hacen reaccionar, no quiero decepcionar a nadie, así que empiezo a forcejear y le doy una patada con todas mis fuerzas, lucho por levantarme y llegar hasta el tridente, pero no dejo de resbalar con el barro ya que no me dio tiempo a ponerme las botas. Estoy a punto de alcanzarlo cuando me agarra del pie y empieza a tirar de mi, me pongo boca arriba y con el otro pie le atizo en plena cara, lo que provoca que me suelte llevándose ambas manos a la cara, me levanto a trompicones y consigo llegar hasta el árbol donde esta apoyado el tridente y sin pararme mucho a pensar se lo lanzo con todas mis fuerzas. Suena un cañonazo y me doy cuenta de que me acabo de convertir en una asesina.

martes, 17 de abril de 2012

CAPÍTULO 6 Mags

El sonido del himno que precede al recuento de bajas me despierta de un sobresalto, todo está muy oscuro, pero puedo atisbar por el hueco formado por unos pocos arboles el sello del Capitolio, justo después empiezan a aparecer una a una las fotografías de los tributos caídos. La primera cara que veo es la del chico del tres, seguido por su compañera, los dos tributos del cinco, el chico del seis, el del siete, la chica del ocho y la del nueve, el chico del diez que solo tenía doce años, los dos del once y los del doce. Acto seguido vuelven a poner el sello del Capitolio con un último redoble musical y la oscuridad vuelve a hacerse la dueña del lugar.

Ver las caras de los chicos que ya jamás volverán a sus casas me ha quitado el sueño. Oigo un ruido y me pongo en alerta, noto unos pasos acercándose y una respiración agitada. Me quedo inmóvil, casi sin respirar hasta que pasa de largo, pero unos segundos después oigo más pisadas, acompañadas de risas socarronas. Cierro los ojos y pienso en esa pobre alma cándida, justo entonces se escucha un grito desgarrador seguido de un cañonazo. Y al poco vuelve a aparecer el sello del Capitolio, para mostrar la cara del último tributo asesinado, es el chica del seis. Quedamos diez, ese pensamiento me asquea, pero a la vez también me alivia ya que me posiciona más cerca de casa.

Por fin está amaneciendo, estaba empezando a quedarme totalmente rígida de estar tanto tiempo sin atreverme a moverme. Salgo del saco, lo recojo y me pongo en marcha, no quiero quedarme en el mismo sitio mucho tiempo, si ya han pasado por aquí, es probable que ya anden lejos, aunque por si acaso sigo alerta. Mientras camino, voy buscando algo que llevarme a la boca, lo poco que comí anoche ya se ha esfumado. Paso cerca de un árbol del cual, prenden unos frutos alargados de color verde, creo que se llama platanero, así que recojo unos pocos y me guardo varias hojas.

Está volviendo a llover así que me olvido de la pesca, pero me acerco de todos modos al arroyo, ya que es mejor volver a comer cangrejos que nada, pero al ir acercandome al agua, sobre un tronco no muy lejos de la orilla, diviso una tortuga de buen tamaño que parece despistada, así que no me lo pienso, me saco las botas y me lanzo al agua con sumo cuidado para que no note mi presencia. Estoy a punto de cogerla, cuando un dolor punzante me atraviesa, miro el agua, y veo la sangre, agarro la tortuga fuertemente entre mis manos y me alejo lo más rápido que puedo hacia la orilla, pero antes de alcanzarla, otra punzada de dolor me alcanza, esta vez en el pie.

Cuando por fin estoy fuera del agua, la sangre emana a borbotones de mi pie derecho y por un agujero del pantalón, me lo remango y me limpio con el agua de la botella, y al fin veo que es lo que me ha pasado, tengo lo que parecen mordeduras, no son muy grandes, pero si bastante profundas, pirañas pienso. Una vez limpias las heridas, me pongo un poco de musgo sobre ellas y lo sujeto con un trozo de tela que corto del bajo del pantalón. Cuando me quiero dar cuenta, la tortuga a desaparecido, pero no ha llegado muy lejos, la veo a punto de echarse al agua de nuevo, pero la intercepto antes de que pueda hacerlo.

- Lo siento pequeña, pero no te puedes ir. - le digo. - Siento mucho lo que voy a hacer, pero es totalmente necesario.

Y entonces sin más dilación le clavo el cuchillo por encima de la cabeza. Está empezando a llover más fuerte, así que muy a mi pesar, me pongo en marcha hacia mi pequeño escondite de anoche. Cojeando, lo que ayer tarde en llegar hoy se duplica y al llegar estoy terriblemente agotada. Cojo el pedernal de mi mochila y apilo unas cuantas hojas y palos secos que he podido encontrar al fondo de mi escondite, me cuesta unos cuantos intentos, pero finalmente consigo hacer una fogata, coloco la tortuga en medio del fuego y la dejo ahí. No sé cuanto rato pasa, hasta que la concha de la tortuga está completamente carbonizada. La parto fácilmente con el cuchillo y le saco toda la carne, guardo un poco en unas de las hojas de platanero que cogí antes, lo ato bien con los tallos y lo guardo en la mochila, después como un poco y cuando voy a coger la botella para beber agua, recuerdo que me la eché toda en las heridas y no la volví a llenar.

Nunca había estado falta de agua, era lo que más abundaba en mi distrito, por lo que la carencia de la misma me suponía un infierno. Está muy oscuro, y si salgo, se que no sabré volver y además cae una incesante lluvia desde esta mañana, lluvia... ¡claro! me levanto a trompicones y me pongo a buscar hojas de palmera, se que están por aquí, porque las vi antes, pero ahora está todo tan oscuro que no logro encontrarlas. De repente, se hace una luz, es el sello del Capitolio, acompañado de la música que anuncia que otro tributo a muerto, ¿pero cuando?, no escuché ningún cañonazo... La cara del chico del distrito ocho aparece en el cielo, pero no pierdo mucho tiempo en mirar su cara, sino que corro en busca de las hojas que necesito. Una vez que tengo la hojas me vuelvo a meter bajo el saliente, estiro la pierna magullada y empiezo a trenzar las hojas hasta que consigo crear un cuenco que coloco fuera del techo de roca, para que se llene de agua.

Cuando me despierto al amanecer, las heridas están un poco mejor, al menos ya no duelen tanto, cambio el musgo por uno nuevo y vuelvo a salir de mi escondrijo. Mientras camino, voy comiendo un poco de la tortuga de ayer. Vuelvo al arroyo para llenar botella y descubro a Nereo en la orilla a punto de meterse en el agua.

- Yo que tú no haría eso. - digo. Se gira sobresaltado, pero noto que se calma al comprobar que soy yo.

- ¿Porqué? - pregunta.

- Porque hay pirañas y a menos que quieras que te coman, cosa que dudo, no lo harás. - respondo tranquilamente encogiendome de hombros.

- ¿Porqué me ayudas?

- No lo hago. Solo te advierto, sería muy desagradable ver como devoran a una persona ante mi. - respondo fingiendo horrorizarme. - Además, acabo de comer y no me gustaría acabar vomitando y menos en publico, ya me entiendes. - digo señalando alrededor.

Sonríe y se acerca, le paso una mano por el pelo a modo de saludo y compruebo que está bien.

- ¿Tienes hambre?.- le pregunto.

Asiente, le doy lo que me queda de la tortuga y se sienta a comérselo mientras yo vuelvo a llenar la botella.

- ¿Conseguiste coger algo en la Cornucopia?

- Eso. - me dice señalando a un árbol cercano.

Me giro para mirar la dirección que me indica y veo un tridente plateado apoyado en el tronco de un árbol. Me vuelvo a girar hacia el chico con los ojos llenos de silenciosas preguntas, pero se encoge de hombros y sigue comiendo. En ese momento suena un cañonazo. Nos miramos.

- ¿Quien será?. - me pregunta.

- No lo sé, pero seguro que no es ninguno de los profesionales.

CAPÍTULO 5 Mags

Cuando abro los ojos, noto que estoy empapada en sudor, me giro y veo que Drew me mira desde la puerta, es hora de irnos. Me dirige por unos pasillos hasta llegar a una zona despejada dónde un aerodeslizador surge de la nada totalmente silencioso y deja cae una escalera de mano. Me agarro a ella y una especie de corriente me deja paralizada hasta que llego a lo alto. Una hombre vestido con una bata blanca se me acerca con una jeringuilla y me dice que no me mueva hasta que me haya colocado el dispositivo de rastreo. Después de media hora de viaje, el aerodeslizador aterriza y Drew y yo bajamos hasta las catacumbas que hay debajo el estadio, desde dónde nos lanzarán a la muerte.

Me ayuda a vestirme con la ropa que nos han asignado, un pantalón negro, una camiseta blanca y una chaqueta azul oscuro con capucha, Drew dice que la tela es impermeable, así que puede que este año toque un lugar húmedo, me calzo las botas, y ya estoy lista.

- Bien, ahora solo queda esperar a la llamada. - dice Drew.

Asiento con la cabeza, y no puedo evitar preguntar:

- ¿quién eres, como sabías lo de los vestidos de mi abuela?

- Soy una superviviente, igual que tú, logré escapar a tiempo. - responde. - Antes de todo este disparate de los juegos, yo vivía en el distrito cuatro.

Dicho esto suena una suave voz femenina, que indica que ha llegado la hora del lanzamiento. Drew me da un último abrazo y me dirige hacia la base, una vez dentro me rodea un cilindro de cristal, me guiña un ojo por última vez y yo alzo la mano en respuesta, después el cilindro empieza a elevarse y durante unos segundos me quedo totalmente a oscuras. La placa metálica que tengo bajo mis pies me deja justo enfrente del la gran Cornucopia dorada, miro a mi alrededor y allí están todos, listos para que cuando suene el gong empezar a correr. En ese momento la voz del presentador Augustus Merryweather proclama:

- Damas y caballeros ¡que empiecen los Duodécimos Juegos del Hambre!

Sesenta segundos, es lo que tengo que esperar para echar a correr y hacerme con todo pueda sin que me maten, escruto rápidamente lo que tengo delante intentando localizar algo útil, las mejores cosas son las que están más próximas a la Cornucopia, pero no me quiero arriesgar demasiado, justo en frente de mi, a unos cinco metros hay una mochila amarilla, que podría coger sin problemas, y un poco más allá, ya empiezan a verse las armas, hay un cuchillo con el mango negro y la hoja afiladisima que me vendría de perlas.

En ese momento suena el gong y me lanzo a por la mochila, consigo cogerla, pero tengo que forcejear con una chica hasta que logro arrebatársela, en ese momento una piedra enorme me pasa rozando el rostro y veo que es la chica del distrito dos que tiene una puntería excelente, me la quedo mirando un segundo, pero enseguida me vuelvo para intentar hacerme con el cuchillo, lo agarro y me lo meto en el cinturón y cuando vuelvo a echar a correr hacia los arboles, otra piedra me acierta justo encima del ojo derecho, lo que provoca que la sangre me fluya por mi rostro, no me paro a comprobar quien a sido, aunque me lo imagino. Una vez dentro, entre los arboles me doy cuenta de que me cuesta bastante caminar, mis pies se quedan clavados en el barro y es entonces, cuando sin dejar de correr, empiezo a mirar a mi alrededor, jamás había visto unos arboles como estos, parecen alcanzar los veinte metros de altura, y el dosel de hojas apenas deja entrar la luz solar, me paro y empiezo a mirar más atentamente a mi alrededor, las zonas de tierra que no están anegadas de barro, lo están de musgo, aunque a decir verdad, el musgo y el moho, perecen cubrirlo todo, el verde inunda casi todo a mi alrededor.

Decido parar a descansar bajo un árbol, cuando escucho los atronadores cañonazos que dan por finalizado el baño de sangre. Trece cañonazos, trece niños muertos. Solo quedamos once.

Sentada en una sobresaliente raíz, me descuelgo la mochila de la espalda y me pongo a inspeccionarla, dentro encuentro una botella de dos litros vacía, ¿que les habría costado llenarla?, unas cuerdas, un saco de dormir negro y pedernal, lo que me irá genial para hacer fuego. No muy lejos de mi posición oigo el sonido de un arroyo, así que me levanto y me dirijo a el para llenar la botella y ver si puedo pescar algo, por el camino voy recogiendo pequeñas ramitas y tallos de algunas plantas. Al acercarme al agua, en la orilla veo unos pequeños agujeros inconfundibles.

- ¡Cangrejos!

Mientras la botella se llena apoyada en unas piedras, me lavo la sangre de la cara. Después con un palo voy abriendo surcos y sacando algunos cangrejos, cuando ya tengo suficientes, abro algunos para sacarles la carne, no son muy grandes, pero me servirán de cebo. Me quito el cinturón, y con el cuchillo saco la hebilla. Con la ayuda de una piedra consigo doblarla hasta conseguir más o menos un anzuelo decente, que ato con las hebras de algunas plantas y lo lanzo al agua. Noto que empieza a llover, así que me olvido de la pesca, ya que ningún pez picará mientras llueva, recojo la botella que ya está completamente llena y me introduzco de nuevo en la espesa selva en busca de un refugio.

No tengo noción del tiempo por lo que de vez de en cuando voy contando, mil ochocientos segundos después, encuentro un espacio entre el saliente de una roca, me meto dentro como puedo y me estiro dentro del saco, bebo un poco de agua y como algunos cangrejos crudos. El cansancio de todo el día me empieza a hacer mella, y aunque lucho por no cerrar los ojos, el sueño gana la batalla.

domingo, 15 de abril de 2012

CAPÍTULO 4 Mags

El último día de entrenamiento, nos convocan para las sesiones privadas con los vigilantes, distrito a distrito, primero el chico y luego la chica. Es mi turno, y aún no se que demonios voy a hacer...

Entro despacio, para tener un poco más de tiempo para pensar, suelto un suspiro y me lanzo a por los tridentes, solo hace tres días que he empezado a practicar con ellos, pero no se me da del todo mal. Me hago con uno de peso ligero y lo lanzo con todas mis fuerzas hacia el muñeco que tengo a diez metros, lo clavo justo en el estomago y me siento bastante satisfecha, me giro lentamente hacia los vigilantes y veo que asienten despreocupados. Después demuestro un poco mis habilidades con las redes y los anzuelos, pasados unos veinte minutos me dejan marcharme.

Al salir me dirijo directamente hacia los ascensores que me llevan a mi planta, cuando se abren las puertas veo a Solem esperándome, me pregunta que tal a ido todo y le respondo encogiendome de hombros. Me voy directa a mi cuarto y me meto en la ducha, dejo que el agua caliente me caiga durante un rato hasta que decido que ya es hora de salir, elijo ropa cómoda y me reuno con los demás en el comedor. En cuanto sirven la cena como de todo, al fin y al cabo, esta bien podría ser una de mis últimas cenas, ese último pensamiento hace que mi abuela venga a mi mente, todo esto la estará destrozando, soy lo único que tiene en el mundo y en pocas horas podría estar muerta.

Cuando acabamos de cenar, nos reunimos todos en el salón para ver las puntuaciones de las sesiones privadas, los tributos de los distritos uno y dos obtienen como esperaba altas puntuaciones, del ocho al diez, no puedo decir lo mismo de los del tres, que ambos obtienen un cinco, ahora es el turno de Nereo que sorprendentemente saca un nueve, ha llegado la hora, mi turno:

- Y un siete para la tributo femenina del distrito cuatro, la bellisima Mags.- dice el presentador.

- ¿Porque a tenido que decir "bellisima"? - suelto algo molesta, mientras me levanto del sofá y me dirijo a la ventana.

- Bueno, ¿acaso no lo eres? - responde Solem, restándole importancia al asunto.

- ¡Eso no importa! - estallo. - ¡No estamos aquí para un concurso de belleza, sino para matarnos entre nosotros hasta que solo quede uno! - dicho esto unas lágrimas de rabia empiezan a resbalar por mis ardientes mejillas.

- Gracias a eso tendrás patrocinadores, y eso significa que hay posibilidades de que puedas volver a casa. - dice Seah.

- ¿A cambio de que, de las muertes de unos niños inocentes que no significan nada para el Capitolio? - respondo mordaz. - ¿Como podría vivir con eso? - dicho eso, me marcho de la estancia porque no puedo más con esta situación.

Entro en la habitación maldiciendo al Capitolio y sus estúpidos juegos del hambre, cierro de un portazo, voy directa hacia la cama y tiro de las mantas hasta sacarlas y las tiro con rabia al suelo, y es entonces cuando me dejo caer al suelo de rodillas y me pongo a llorar de verdad.

A la mañana siguiente, me despierto envuelta en un lío de mantas tirada en el suelo, me levanto poco a poco y me dirijo al baño, me miro al espejo y tengo la cara roja e hinchada de haber pasado más de media noche llorando, me doy la vuelta porque no quiero seguir mirándome y me meto en la ducha, cuando salgo ya tengo mejor aspecto, me pregunto si ahora también me verán "bellisima". Me visto con lo primero que pillo y salgo a desayunar.

Desayunamos en silencio, creo que mi arrebato de anoche dejó bastante claro que conmigo no lo tienen fácil, que no soy la persona maleable que ellos quieren. Media hora más tarde, empiezan los ensayos para las entrevistas, nos dicen como debemos comportarnos, hablar, incluso nos dan instrucciones precisas sobre como caminar, ¡como si no lleváramos haciéndolo toda la vida!. Después de comer, llegan nuestros estilistas con sus respectivos equipos de preparación.

- ¡Esta noche serás una sirena! - dice Drew, la miro sin comprender, ¿acaso me iba a poner una cola, como iba entonces a poner en practica mis nuevas clases de caminar?

Al ver mi expresión suelta una sonora carcajada, a la cual se suman las risitas del equipo de preparación.

- Tu enfado de ayer me dio la idea, se dice que las sirenas eran mujeres hermosas que encandilaban a los hombres para después matarlos. Esta noche tienes que deslumbrarlos a todos, dejar que se confíen. - dicho esto se pusieron a trabajar.

No sé cuanto rato pasó hasta que por fin acabaron conmigo, no sabía con que me iba a encontrar cuando me mirara al espejo, pero el resultado no me decepcionó en absoluto. Mi atuendo consistía en un sencillo vestido por encima de la rodilla, sin mangas y con escote en forma de corazón, de un precioso color verde jade, compuesto por lo que parecían miles de pequeñas escamas que se ajustaban perfectamente a mi cuerpo, que me daba un impresionante aspecto de sirena. Una estrella plateada me sujetaba un mechón de pelo, mientras que el resto, caía en suaves ondas por mi espalda.

- ¿Que te parece? - me pregunta Drew extasiada.

- Emm... es... es... impresionante. - respondo.

- ¿Puedo decirte lo preciosa que estás o te liaras a gritos con todos nosotros? - suelto una risita y ella se lanza a mis brazos, le devuelvo el abrazo y le doy las gracias.

Llega el momento y tenemos que irnos, las entrevistas se realizan en un escenario frente al Centro de Entrenamiento. Nos reunimos con el resto en los ascensores, y juntos nos dirigimos hacia el lugar de las entrevistas, allí nos reunimos con los demás tributos y esperamos nuestro turno para hablar.

Eustace Flickerman, el hombre que nos entrevistará sube al escenario y el publico enloquece, el, como buen showman los anima para que aplaudan y se vuelvan locos por lo que esta por llegar, con frases del tipo: ¡ya están aquí! o ¿quereis conocerlos?, todo esto seguido por grandes y sonoras carcajadas. Está totalmente fuera de sí, no sé si será por la emoción de unos juegos nuevos o porque acaba de tener un hijo, creo haber oído a Solem que se llama Caesar, no me extrañaría que ocupara algún día el puesto de su padre.

Este año, Eustace lleva el pelo verde lima, con los párpados y los labios del mismo tono, a juego con su traje. Juega un poco más con el público y después de unos cuantos chistes se pone manos a la obra. Las entrevistas duran tres minutos, un zumbido es el encargado de dar por finalizadas las conversaciones y sube el siguiente tributo. Soy la siguiente, me sudan las manos y me tiemblan las piernas. Me ofrece una mano, que acepto sin reparos y me invita a tomar asiento.

- ¡Wow! impresionante vestido Mags, me has dejado completamente atónito cuando te he visto caminar hacia aquí.- dice, y le respondo con una tímida sonrisa.

El tono de la entrevista es como esperaba, superficial, lleno de halagos a mi belleza natural y mi aspecto de esta noche, ni siquiera se ha molestado en preguntar sobre mi estrategia en la arena, aunque a decir verdad, lo prefiero, no quiero que nadie dé nada por sentado. Cuando terminan las entrevistas, suena el himno y todos nos ponemos en pie para volver al Centro de Entrenamiento.

Nos esperan todos sonrientes y satisfechos frente a los ascensores. Subimos a nuestra planta, donde nos espera una deliciosa cena, que tomamos todos comentando los estilismos de los demás tributos, todos felicitan a Drew por el nuestro que era de los mejores de este año y al acabar el postre, nos dirigimos al salón a ver la repetición de las entrevistas. Cuando acaba, me voy sola a mi cuarto y me tumbo en la cama aunque no quiero dormir, porque es como si estuviera despidiendome de todo para siempre.

viernes, 13 de abril de 2012

CAPÍTULO 3 Mags

Una vez dentro del Centro de Entrenamiento, se reunen con nosotros los equipos de preparación, Seah y nuestro acompañante, nos felicitan por nuestra entrada, aunque ni de lejos fuimos los más aclamados, acto seguido nos dirigimos hacia los ascensores y subimos hasta el cuarto piso.

Nuestro alojamiento es enorme y lujoso, lleno de artilugios automáticos con miles de botones. Las mismas avox que nos acompañaron antes al centro de renovación son las encargadas de enseñarnos nuestras habitaciones, cuando entro en la mía, lo primero que hago es sentarme en la inmensa cama y mirar a mi alrededor, preguntandome cuantos tributos más tendrán que dormir aquí en años venideros. Diez minutos después me dirijo al cuarto de baño quitandome la ropa por el camino y me meto en la ducha, presiono varios botones y aunque al principio me abraso la piel con el agua, finalmente consigo darme una ducha bastante decente. Al salir, piso la alfombrilla que hay justo debajo de la ducha y casi muero del susto al activarse un dispositivo que automáticamente te seca el cuerpo, solo por si acaso salgo del cuarto de baño sin tocar nada más y me dirijo al gran armario que hay al fondo de la habitación, pulso algunos botones más y elijo la ropa que me pondré para la cena, que consiste en un cómodo pantalón azul y una simple camisa blanca. Cuando me dirijo al comedor todos están esperándome para cenar, me siento al lado de Drew que me guiña un ojo, cosa que no deja de sorprenderme.

 La mesa es espectacular, en mi vida había visto tantos manjares y mucho menos probado, así que no sabía ni por donde empezar. Olfateo un poco el entorno y me decanto por un estofado de cordero con ciruelas que tiene una pinta increíble, después de comer dos cuencos enormes me siento tan hinchada que casi no puedo ni pensar en tomar postre hasta que veo que traen una tarta glaseada con tonos azules y verdes que me recuerda al mar de mi distrito, así que me como un pedazo, aunque me arrepiento casi al instante porque estoy a punto de explotar.

Cuando al fin termina la cena, pasamos a un gran salón para ver la repetición de la ceremonia inaugural que están echando por la tele. Los tributos del distrito dos son absolutamente aterradores, enormes y con una expresión tan despiadada que me provoca un escalofrío de terror. No puedo decir lo mismo de los pobres tributos del distrito nueve, a los que han disfrazado como si fueran espigas de trigo gigantes. Cuando la repetición finaliza, nuestro acompañante, creo recordar que alguien durante la cena lo llamó Solem, nos dice que debemos irnos a dormir, ya que mañana es nuestra primera sesión de entrenamiento y no quiere que lleguemos tarde.

Ya en la habitación, me acerco al gran ventanal y veo que todo el Capitolio esta celebrando nuestra llegada, no puedo soportar ni un segundo más el panorama, así que me aparto de la ventana y pulso un botón que hace que el cristal se oscurezca por completo y me dirijo a la cama, donde apenas soy capaz de pegar ojo en toda la noche pensando en lo que me esperará mañana.

- ¡Arriba! vamos, hoy es un gran día y el desayuno ya esta listo.

Me despierto de un sobresalto y me siento muy derecha en la cama, hasta que veo a Solem en la puerta de la habitación sonriendo en mi dirección, yo le respondo con una mirada asesina y me vuelvo a tumbar colocándome la almohada sobre la cara. Escucho un par de palmadas:

- Deja de hacerte la remolona y levantate o tendrás que ir al entrenamiento sin desayunar. - dicho esto se marcha y yo aprovecho para maldecir en voz baja.

Justo en ese momento veo que esta la chica avox de anoche mirándome desde los pies de la cama y noto que sonríe, le devuelvo la sonrisa y voy al baño. Cinco minutos después estoy sentada a la mesa tomando un vaso de leche caliente aderezado con miel y algunas especias y un delicioso bollo relleno de crema. Seah que está sentado justo delante de mi, se pasa una servilleta por la boca y empieza a hablar:

- Bien, en primer lugar, debeis de decidir si queréis entrenaros juntos o por separado. Mi aconsejo es que lo hagáis juntos, tenéis que parecer un equipo, uno fuerte para que los demás tributos profesionales os acepten en su grupo, de ese modo tenéis una oportunidad de sobrevivir al baño de sangre.

Ambos asentimos, aunque yo no tengo intención alguna de aliarme con nadie.

- Ahora, la cuestión más importante, vuestras habilidades, ¿cuales son? - dicho esto nos escruta atentamente.

- Yo soy buen nadador, y estoy... estaba aprendiendo a manejar el tridente. - dice Nereo, no puedo evitar sentir desolación al escucharle rectificar.

- ¿Y tu? -  me pregunta Seah.

- ¿Yo? emm... se tejer redes capaces de atrapar un atún de más de cien kilos, y puedo crear anzuelos con cualquier cosa que encuentre... y también se nadar.

- Bueno, algo podremos hacer. Ahora reuníos con Solem en el ascensor, el os acompañará a la sala de entrenamiento.

Las salas de entrenamiento se encuentran bajo el nivel del suelo del edificio donde nos hospedámos. Al llegar, alguien se nos acerca y nos pone el número de nuestro distrito en la espalda. Nos reunen a todos en un circulo y el entrenador jefe, un hombre alto y robusto, nos empieza a explicar los horarios de los entrenamientos, los diferentes puestos que podemos visitar y nos indica, que bajo ningún concepto podemos realizar ejercicios de combate con otro tributo, para eso tenemos ayudantes a nuestra disposición.

Primero paseo la mirada por la estancia, observando los diferentes puestos, hasta que me decido por uno donde aprendo diferentes trampas que podrían dejar a un adversario colgado boca abajo. Busco a mi compañero con la mirada y lo encuentro lanzando tridentes y lanzas a un muñeco desde más de diez metros de distancia. Me acerco a él y me pregunta si quiero probar, acepto y me enseña como debo lanzarlo correctamente, media hora después soy capaz de clavarlo en la parte alta de la pierna del muñeco, podría herir a un atacante si me lo propusiera y consiguiera uno de estos en la arena.

Una vez terminada la primera sesión de entrenamiento, volvemos a nuestra planta para la cena, esta vez me contengo más a la hora de comer y me voy a la cama enseguida, hoy a sido un día muy duro y mañana no será muy diferente, así que cuando me tumbo en la cama el sueño se apodera enseguida de mi.

jueves, 12 de abril de 2012

CAPÍTULO 2 Mags

Ni siquiera recuerdo que fue lo que pasó después de que mi nombre saliera de la urna, ni como subí al escenario, la despedida con mi abuela, la llegada al tren... nada. Mi primer recuerdo de ese día es cuando llegué al Capitolio, con toda esa gente gritando a nuestra llegada a la estación, siempre he sido una persona agradable, pero los despreciaba desde lo más profundo de mi ser, ¿como unas personas con sentimientos podían disfrutar con la matanza de unos críos?, no lograba entender como no se ponían en el lugar de las familias de los tributos, al fin y al cabo ellos también tenían hijos y estoy totalmente segura de que jamás permitirían que sus hijos lucharan a muerte por sobrevivir, para que unos pocos disfrutaran mirándolos y lo que es peor apostando.

Estoy totalmente ensimismada en mis pensamientos sobre estas extrañas personas que casi no me doy cuenta cuando alguien pronuncia mi nombre:

- Mags, ¡es por aquí querida!

Me giro para encontrarme cara a cara con la persona que me llama y me topo con él, con el chico de mi distrito, un niño de apenas trece años con el cabello rizado y cara de querubín, se que llama Nereo, según mi abuela por el antiguo dios de la olas del mar, el cual le queda perfecto, porque pese a lo joven que es, es un nadador excelente. Me mira con el ceño fruncido, pero bajo esa expresión noto que esta asustado, porque ese enfado no llega a sus ojos, le tomo del brazo y ambos giramos hacia la voz del Capitolio. Nos esperan un hombre vestido con una especie de toga amarilla que tiene que ser nuestro acompañante, Seah, el único vencedor de nuestro distrito, y un par de chicas vestidas de blanco.

- Estas avox os acompañaran al centro de renovación, donde vuestro equipo de preparación os arreglará para que cuando llegue el estilista asignado estéis listos para poneros los trajes que han confeccionado para el desfile de esta noche. Haced todo lo que os pidan sin rechistar, nos veremos mas tarde.

Dicho esto se dio media vuelta y se alejaron de nosotros dejandonos solos con las muchachas a las que el llamó avox. Nos acompañaron a unas habitaciones donde nos esperaban los equipos de preparación que se ocuparían de nosotros. Mi equipo lo componian dos chicas exactamente iguales, ambas altas y delgadas, vestidas con un vestido corto y blanco con miles de brillantes, con el pelo largo liso y oscuro como una noche sin estrellas, y un chico sorprendentemente bajito, vestido con un traje de una tela brillante de color rosa, y el pelo blanco y cortado al rape. Me pusieron potingues en el pelo y me peinaron hasta que me dolió la cabeza, luego me frotaron el cuerpo con cremas, algunas cálidas y otras heladas, después se aseguraron de no dejar ni un pelo más del justo en mi cuerpo, tres horas más tarde al fin terminaron de acicalarme, y dejandome totalmente desnuda en la habitación se marcharon sin más, cinco minutos después volvían a entrar todos riendo y hablando con su extraño e irritante acento del Capitolio, pero esta vez les acompañaba otra chica, a mi parecer normal, extrañamente normal para ser del Capitolio, llevaba el pelo castaño recogido en una coleta, y su atuendo consistía en un pantalón ajustado negro con agujeros a la altura de las rodillas y una camiseta de tirantes negra también, que conjuntaban a la perfección con sus botas de cordones desatados, lo mas extraño de su apariencia era su maquillaje, que consistía en una franja de un dedo de ancho que le cruzaba la cara a la altura de los ojos, lo cual acentuaba el color verde de sus ojos, tan parecidos a los mios, si no fuera porque es imposible, diría que esta chica pertenece a mi distrito.

- Hola, mi nombre es Drew, tu debes de ser Mags.- dijo alargandome la mano para estrechármela.

Asiento con la cabeza y le doy la mano, no puedo evitar fijarme en sus uñas pintadas de negro, pero extremadamente cortas, como si se las mordiera.

- Eres muy guapa, creo que el vestido te sentará genial. Poppy, Lily acercad el vestido por favor. - pidió a las gemelas.

Me pusieron de espaldas al espejo para que no me viera hasta no estar vestida del todo y maquillada tal y como Drew le iba indicando al pequeño Bubbles. Una vez finalizado el maquillaje, las manos de mi estilista se posaron en mis hombros y me dieron la vuelta hasta ponerme delante del espejo, no se si fue en ese momento cuando me puse a llorar quedamente, mi vestido estaba compuesto por miles de perlas y bordado con hilo de plata, sobre un fondo negro, lo que recordaba al mar de noche con sus olas plateadas a la luz de la luna, era un vestido que bien podría haberlo hecho mi abuela. Drew se me hacerca despacio, me da un abrazo y me susurra muy bajito al oído:

- Es como los que hace tu abuela, ¿verdad?

En ese momento levanto la vista y la miro fijamente con ojos inquisitivos, a lo que ella responde con una sonrisa torcida y un guiño, que me hacen sospechar.

- Bien, tu carroza te espera, así que no los hagamos esperar. - dice y me pasa un brazo por el hombro.

Cuando llegamos a las cuadras, veo a Nereo, lleva un traje negro bordado en plata como el mio, y un tridente que parece hecho de diamantes, Drew me entrega uno igual a mi y me dice que es la hora de subir al carro. Ambos subimos y no puedo evitar maravillarme con la hermosura de los caballos, son de color marrón, con la crin y la cola negro azabache, derrepente los caballos empiezan a andar y es entonces cuando los oigo vitorear y gritar nuestros nombres, nos lanzan besos y flores, y yo no puedo evitar sentir nauseas, creo que estoy a punto de vomitar cuando el carro se para justo ante la mansión del presidente Rain, y la música cesa para dejar hablar al presidente, un hombre alto y fornido que nos da la bienvenida de manera efusiva, cuando acaba el discurso, los caballos vuelven a tirar del carro hasta desaparecer dentro del Centro de Entrenamiento.

CAPÍTULO 1 Mags

Cuando tenía cinco años, después de los llamados Días Oscuros ( la rebelión de los distritos contra el Capitolio, derrotando a doce de ellos y aniquilando al decimotercero.) se decretó que cada año, los doce distritos de Panem entregarían como tributo a un chico y a una chica de entre doce y dieciocho años, para ser entrenados en el arte de la supervivencia y para estar preparados para luchar a muerte en los llamados Juegos del Hambre, diversión para las acomodadas gentes del Capitolio, muerte y destrucción para los distritos. Un precio a pagar por querer luchar contra las opresiones a las que nos sometían los que supuestamente están aquí para protegernos, pero que contrariamente nos explotan y juegan con nuestras vidas a su antojo.

De eso han pasado ya doce largos años de angustia y desolación, pero debo estar agradecida, porque en mi distrito, el cuatro, somos lo que ellos llaman "profesionales", y eso, parece ser que nos da cierta ventaja. A los habitantes del Capitolio les gustan las cosas hermosas, y en todo Panem es bien sabido, que el distrito pesquero alberga a las personas más bellas de todo el país. No sé si será por nuestra piel constantemente bronceada, o por nuestros característicos ojos verdes. Verdes como el mar que nos rodea y que supuestamente es nuestro sustento para sobrevivir, y digo supuestamente porque como en la gran mayoría de los distritos, practicamente todo lo que recolectamos del mar va a parar a sus mesas, mientras que nosotros hemos de contentarnos con simples menudencias y aunque hay distritos mas desfavorecidos que nosotros, también pasamos hambre, al menos algunos.

Al cumplir los ocho años, mi padre murió en el mar, lo que provocó que mi madre saltara de un acantilado cercano a donde pereció mi padre para reencontrarse con él en la vida eterna, y así continuar con su amor. Esto aconteció que tuviese que abandonar mi cómoda vida para ir a vivir con mi anciana abuela Nan, una mujer que a pesar de su edad era fuerte y por encima de todo muy sabia. De ella aprendí todo lo que sé, era más lista que el hambre. Al principio de vivir con ella, me extrañaba mucho su atuendo. En todos sus vestidos, siempre llevaba parches hechos con trozos de distintos colores, eso era algo que me llamaba especialmente la atención, pero no descubrí su significado hasta que sufrimos una mala racha. Las manos de mi abuela ya no eran tan rápidas como antes y sus ojos estaban cansados, con el poco trabajo que yo podía conseguir después de las clases no teníamos suficiente para comer y así fue como averigué el porqué de esos parches. Mi abuela, era la persona que mejor tejía del distrito, por lo que a veces, no solo se ocupaba de tejer las redes de pesca, también se dedicaba a coser y adornar vestidos con perlas y estrellas que otros recogían del mar y que iban directamente a las tiendas del Capitolio, así que siempre que podía se escondía una perla y después se la cosía al vestido oculta tras un retal. Así que cuando andábamos un poco mal de dinero, mi abuela se descosía un parche para poder vender la perla de su interior y poder así tener algo que llevarnos a la boca. Teníamos rachas buenas y malas, pero eso terminó el día en que mi nombre salió en la cosecha.

miércoles, 11 de abril de 2012

¡Bienvenidos a drewinthesky stories!

  He decidido crear este blog a raíz de enamorarme de las historias publicadas en otros blogs que he ido encontrando en los últimos días, y me he propuesto a mi misma compartir mis escritos con todo aquel/aquella que desee leerlos.

La primera historia que publicaré sera la de Mags, la tributo vencedora del distrito 4, y si os preguntáis porque elijo a precisamente a esta mujer para empezar mi blog es básicamente porque me parece un personaje entrañable del cual se sabe poco, y lo poco que sabemos es maravilloso, y como muchos de vosotros (o eso creo al menos) soy muy curiosa y cuando leo un libro me hago millones de preguntas,  y rara vez llego a conocer las respuestas y como he dicho anteriormente en otros blogs se me están contestando algunas de ellas, así que he querido hacer lo mismo.

P.D: este blog no es "exclusivo" de los juegos del hambre, iré publicando otras historias que tengo por ahí olvidadas, inacabadas, o simplemente publicadas en otros lugares.

Espero que os gusten y disfrutéis adentrandoos en mis locuras.