martes, 17 de abril de 2012

CAPÍTULO 6 Mags

El sonido del himno que precede al recuento de bajas me despierta de un sobresalto, todo está muy oscuro, pero puedo atisbar por el hueco formado por unos pocos arboles el sello del Capitolio, justo después empiezan a aparecer una a una las fotografías de los tributos caídos. La primera cara que veo es la del chico del tres, seguido por su compañera, los dos tributos del cinco, el chico del seis, el del siete, la chica del ocho y la del nueve, el chico del diez que solo tenía doce años, los dos del once y los del doce. Acto seguido vuelven a poner el sello del Capitolio con un último redoble musical y la oscuridad vuelve a hacerse la dueña del lugar.

Ver las caras de los chicos que ya jamás volverán a sus casas me ha quitado el sueño. Oigo un ruido y me pongo en alerta, noto unos pasos acercándose y una respiración agitada. Me quedo inmóvil, casi sin respirar hasta que pasa de largo, pero unos segundos después oigo más pisadas, acompañadas de risas socarronas. Cierro los ojos y pienso en esa pobre alma cándida, justo entonces se escucha un grito desgarrador seguido de un cañonazo. Y al poco vuelve a aparecer el sello del Capitolio, para mostrar la cara del último tributo asesinado, es el chica del seis. Quedamos diez, ese pensamiento me asquea, pero a la vez también me alivia ya que me posiciona más cerca de casa.

Por fin está amaneciendo, estaba empezando a quedarme totalmente rígida de estar tanto tiempo sin atreverme a moverme. Salgo del saco, lo recojo y me pongo en marcha, no quiero quedarme en el mismo sitio mucho tiempo, si ya han pasado por aquí, es probable que ya anden lejos, aunque por si acaso sigo alerta. Mientras camino, voy buscando algo que llevarme a la boca, lo poco que comí anoche ya se ha esfumado. Paso cerca de un árbol del cual, prenden unos frutos alargados de color verde, creo que se llama platanero, así que recojo unos pocos y me guardo varias hojas.

Está volviendo a llover así que me olvido de la pesca, pero me acerco de todos modos al arroyo, ya que es mejor volver a comer cangrejos que nada, pero al ir acercandome al agua, sobre un tronco no muy lejos de la orilla, diviso una tortuga de buen tamaño que parece despistada, así que no me lo pienso, me saco las botas y me lanzo al agua con sumo cuidado para que no note mi presencia. Estoy a punto de cogerla, cuando un dolor punzante me atraviesa, miro el agua, y veo la sangre, agarro la tortuga fuertemente entre mis manos y me alejo lo más rápido que puedo hacia la orilla, pero antes de alcanzarla, otra punzada de dolor me alcanza, esta vez en el pie.

Cuando por fin estoy fuera del agua, la sangre emana a borbotones de mi pie derecho y por un agujero del pantalón, me lo remango y me limpio con el agua de la botella, y al fin veo que es lo que me ha pasado, tengo lo que parecen mordeduras, no son muy grandes, pero si bastante profundas, pirañas pienso. Una vez limpias las heridas, me pongo un poco de musgo sobre ellas y lo sujeto con un trozo de tela que corto del bajo del pantalón. Cuando me quiero dar cuenta, la tortuga a desaparecido, pero no ha llegado muy lejos, la veo a punto de echarse al agua de nuevo, pero la intercepto antes de que pueda hacerlo.

- Lo siento pequeña, pero no te puedes ir. - le digo. - Siento mucho lo que voy a hacer, pero es totalmente necesario.

Y entonces sin más dilación le clavo el cuchillo por encima de la cabeza. Está empezando a llover más fuerte, así que muy a mi pesar, me pongo en marcha hacia mi pequeño escondite de anoche. Cojeando, lo que ayer tarde en llegar hoy se duplica y al llegar estoy terriblemente agotada. Cojo el pedernal de mi mochila y apilo unas cuantas hojas y palos secos que he podido encontrar al fondo de mi escondite, me cuesta unos cuantos intentos, pero finalmente consigo hacer una fogata, coloco la tortuga en medio del fuego y la dejo ahí. No sé cuanto rato pasa, hasta que la concha de la tortuga está completamente carbonizada. La parto fácilmente con el cuchillo y le saco toda la carne, guardo un poco en unas de las hojas de platanero que cogí antes, lo ato bien con los tallos y lo guardo en la mochila, después como un poco y cuando voy a coger la botella para beber agua, recuerdo que me la eché toda en las heridas y no la volví a llenar.

Nunca había estado falta de agua, era lo que más abundaba en mi distrito, por lo que la carencia de la misma me suponía un infierno. Está muy oscuro, y si salgo, se que no sabré volver y además cae una incesante lluvia desde esta mañana, lluvia... ¡claro! me levanto a trompicones y me pongo a buscar hojas de palmera, se que están por aquí, porque las vi antes, pero ahora está todo tan oscuro que no logro encontrarlas. De repente, se hace una luz, es el sello del Capitolio, acompañado de la música que anuncia que otro tributo a muerto, ¿pero cuando?, no escuché ningún cañonazo... La cara del chico del distrito ocho aparece en el cielo, pero no pierdo mucho tiempo en mirar su cara, sino que corro en busca de las hojas que necesito. Una vez que tengo la hojas me vuelvo a meter bajo el saliente, estiro la pierna magullada y empiezo a trenzar las hojas hasta que consigo crear un cuenco que coloco fuera del techo de roca, para que se llene de agua.

Cuando me despierto al amanecer, las heridas están un poco mejor, al menos ya no duelen tanto, cambio el musgo por uno nuevo y vuelvo a salir de mi escondrijo. Mientras camino, voy comiendo un poco de la tortuga de ayer. Vuelvo al arroyo para llenar botella y descubro a Nereo en la orilla a punto de meterse en el agua.

- Yo que tú no haría eso. - digo. Se gira sobresaltado, pero noto que se calma al comprobar que soy yo.

- ¿Porqué? - pregunta.

- Porque hay pirañas y a menos que quieras que te coman, cosa que dudo, no lo harás. - respondo tranquilamente encogiendome de hombros.

- ¿Porqué me ayudas?

- No lo hago. Solo te advierto, sería muy desagradable ver como devoran a una persona ante mi. - respondo fingiendo horrorizarme. - Además, acabo de comer y no me gustaría acabar vomitando y menos en publico, ya me entiendes. - digo señalando alrededor.

Sonríe y se acerca, le paso una mano por el pelo a modo de saludo y compruebo que está bien.

- ¿Tienes hambre?.- le pregunto.

Asiente, le doy lo que me queda de la tortuga y se sienta a comérselo mientras yo vuelvo a llenar la botella.

- ¿Conseguiste coger algo en la Cornucopia?

- Eso. - me dice señalando a un árbol cercano.

Me giro para mirar la dirección que me indica y veo un tridente plateado apoyado en el tronco de un árbol. Me vuelvo a girar hacia el chico con los ojos llenos de silenciosas preguntas, pero se encoge de hombros y sigue comiendo. En ese momento suena un cañonazo. Nos miramos.

- ¿Quien será?. - me pregunta.

- No lo sé, pero seguro que no es ninguno de los profesionales.

6 comentarios:

  1. Joder... alma cándida, no he podido evitar reírme al leerlo. (normal con la coña, que hemos llevado con esa frase...)

    Me ha gustado :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por eso lo puse, porque fue lo primero que se me vino a la mente.

      P.D: ¿te acuerdas en clase de genética aquella vez que casi se me escapa? y me miraste en plan lo has dicho, te he pillado... xD

      Eliminar
  2. me encanta!
    visita mi blog,please
    juegoshambrehaymitch.blogspot.com

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias!
      Hace tiempo que sigo tu blog, es más te tengo "afiliada", acabo de ver que has puesto ya el 12, así que en cuanto termine el 7 me paso a leerlo!

      Eliminar
    2. aah
      no lo había visto xD
      me puedes decir con que imagen puedo afiliarte por favor ??

      Eliminar
    3. Te acabo de enviar la que tengo de fondo, pero si no se ve puedes poner la que tengo en mi perfil.
      Gracias!

      Eliminar